Por
  • Fernando Sanmartín

Calor y humo

Los movimientos políticos que nacen de la indignación están descubriendo sus contradicciones.
Los movimientos políticos que nacen de la indignación están descubriendo sus contradicciones.
HERALDO

No me gusta escribir en la cocina. Más que nada para evitar que las palabras se llenen de humo. Pero cuando hablo de humo, nunca pienso en los grandes cocineros, maestros del marketing y de la chistorra evaporizada, sino en los apaches, que lo usaban para hacer señales en lo alto de las colinas.

Al margen de las tribus indias, es bueno señalizar para impedir un extravío. A eso se le llama conocimiento. Yo he señalado estos días varios párrafos en un libro de Pierfranco Pellizzetti, ‘El fracaso de la indignación’, que acabo de leer. Su autor nos habla de la derogación de la verdad como efecto perverso del poder. Incide en las identidades por construir en lo social. Y hace un análisis de los movimientos políticos que nacen desde la indignación, subrayando las contradicciones que surgen entre la necesidad de que las bases decidan -como presunta expresión de una pureza de manantial- y la egolatría, junto a otros defectos y virtudes, de sus dirigentes.

No me gusta el humo y hay muchas hogueras. Sobran, además del cambio climático, los ejemplos. Ahí está Vox y sus percebeiros. Y el independentismo catalán sigue con sus números circenses. Propongo, por un rato, evadirnos. ¿Y si nombramos al calor hijo adoptivo de Zaragoza? Nadie podrá negarme que vivir aquí, el último verano, ha sido como hacerlo en un destacamento de la legión extranjera situado en el sur de Mauritania. Ya lo dijo Cees Nooteboom: "Agosto en Zaragoza es como ir en bicicleta por el desierto". Solo veo, eso sí, un problema: ¿a quién se le entrega el nombramiento?

Fernando Sanmartín es escritor

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