Por
  • Almudena Vidorreta

Cumbre diplomática

Quien no sea capa de esforzarse para entenderse con los demás no merece estar ni en una junta vecinal.
Quien no sea capa de esforzarse para entenderse con los demás no merece estar ni en una junta vecinal.
HERALDO

Una joven arquitecta catalana llega a Manhattan con un currículum sobresaliente. Enseguida le hacen una oferta de empleo en uno de los mejores gabinetes de diseño del país, pero teme que su inglés no esté a la altura de las circunstancias. Para mejorarlo, decide poner un anuncio en una conocida red social donde ofrece conversación en español para un intercambio de lenguas. A los pocos minutos, una señora afroamericana de bajo estrato social le responde que si pueden empezar hoy mismo; es un asunto urgente y tiene unas condiciones muy claras. En su primera reunión en un café, la arquitecta le pregunta intrigada por el motivo. La neoyorquina quiere aprender las palabras justas para comunicarse con unas peluqueras dominicanas de su barrio. Un poco de vocabulario, unas cuantas cifras y alguna que otra expresión para ofrecer argumentos de juicio. Aunque en el pasado hubo errores de comprensión, no quiere dejar de acudir al mismo establecimiento. Dado el ingente número de salones de belleza afroamericanos que hay en Harlem, dicho objetivo viene acompañado de cierto estupor y no menos gracia. Pero qué perfección. 

Me gusta el trasfondo diplomático de ese esfuerzo voluntario. Qué no haría esta señora si, encima, le pagaran por ello. Y lo mismo que hablamos del pelo podría decirse de un pacto estatal de gobierno, o del compromiso mundial contra el cambio climático. Quien no sea capaz de esforzarse para llegar a un acuerdo no merecería estar ni en la junta de su comunidad de vecinos.

Almudena Vidorreta es profesora en el Haverford College de Filadelfia

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