¿La resurrección del bipartidismo?

Afluencia de votantes en un colegio electoral de Zaragoza.
Afluencia de votantes en un colegio electoral de Zaragoza.
José Miguel Marco

Los primeros estudios demoscópicos que han salido a la luz tras la convocatoria de nuevas elecciones y la irrupción en la lid política del partido de Errejón muestran con claridad, y dicho sea con la mayor de las cautelas, que va a ser imposible cualquier combinación que dé una mayoría absoluta a cualquiera de los dos bloques que se enfrentan en esta nueva contienda electoral. Por precisar, habría una única posibilidad de lograr una mayoría suficiente si se produjera un acuerdo del tipo gran coalición entre el PSOE y el PP, ya que es este último partido el que claramente resulta beneficiario de la situación y sube de forma significativa en el número de escaños, permitiendo así sumar con el PSOE la única opción de formar gobierno. 

La apuesta de Sánchez no parece estar saliendo como se pensaba, y puede incluso que perdiese algún escaño; la fragmentación de la izquierda y la posible importante abstención presentan un panorama desolador para la izquierda, a pesar de la disparatada encuesta del CIS que da al PSOE más de 180 escaños. ¡Qué burda forma de manipular!

Tampoco a la derecha le van las cosas bien. Esta derecha española, que no acaba de entenderse y que resulta tan cainita como lo es en general la política rastrera y egoísta que se llevan sobre todo entre los autollamados líderes, no acaba de encontrar su acomodo por sus recelos, envidietas, rivalidades y exclusiones, perdiendo así, posiblemente, una oportunidad que se le brinda ante el despiste y la desbandada de la izquierda de alcanzar una alternativa de gobierno.

Se trataría, por tanto, como única salida para poner en marcha de una vez el país y abordar las reformas necesarias, de conformar una coalición ‘a la alemana’, fórmula que nunca se ha conocido en España. Aunque es difícil, una vez más, por esos ambiciosos y ciegos personalismos de nuestra clase dirigente(¿?), puede que sea necesaria.

Esa alianza deseable pero muy poco probable volvería a plantear la vuelta al bipartidismo, sin las nefastas adherencias nacionalistas que ha habido que soportar por causa de una ley electoral que debiera ser inmediatamente reformada, reforma que también podría abordar esa mayoría resultante de la coalición PSOE-PP. Un bipartidismo que nos acercaría a la fórmula política más habitual de gobierno en las democracias más avanzadas y consolidadas y evitaría la peligrosa dispersión, aunque legítima hoy por hoy, de los partidos que buscan más que nada el protagonismo momentáneo de unos presuntos líderes que piensan más en hacer daño que en ofrecer su capacidad de gobernar, si es que la tienen.

Todo esto son especulaciones, una más de las que veremos a lo largo de este periodo que nos espera. Pero ahí queda ese posible entendimiento entre los dos grandes partidos que han protagonizado, con sus luces y sus sombras, los mejores y más prósperos años de nuestra historia reciente. Saben lo que es gobernar y tienen la vocación y la obligación de hacerlo. ¿Tan difícil sería ponerse de acuerdo en un programa de salvación nacional que quizá muy pronto vamos a necesitar?

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