Sexy a los 55

Pasado el ecuador de los cincuenta, el varón siente el anuncio de su decrepitud.
Pasado el ecuador de los cincuenta, el varón siente el anuncio de su decrepitud.
HERALDO

El día que nos invitó a comer por su jubilación, un querido colega, hablando de sus muchos viajes a Chile en un periodo de su vida, contó que, en cuanto llegaba a Santiago, pasaba un instante por el hotel y salía a disfrutar la ciudad. Así lo hizo siempre, hasta que en una ocasión puso la televisión y se quedó en la habitación, iniciando un hábito definitivo. Tenía entonces 54 años y a los 70 no lo ha olvidado.

Efectivamente, según mi experiencia, al pasar el ecuador de la cincuentena, el varón, por más sano y hermoso que se conserve, conoce la sensación inequívoca de su decrepitud. Por eso, ha tenido que llegarme ese momento para apreciar de verdad el disco ‘Time Out of Mind’, compuesto por Bob Dylan en 1996. Hasta hace poco creía que los 55 años que entonces tenía el artista no justificaban una visión tan intensa de la muerte que acecha y se acerca.

Hay mil señales de alarma, desde las más graves, a las más nimias. En mi caso, el aldabonazo fue que mi mujer me sugiriera con candor que dejara de ponerme una cazadora desgastada, porque, a cierta edad, el desaliño queda fatal. En consecuencia, en lugar de lamerme la herida y aceptar la derrota, he procedido a renovar mi vestuario. También Dylan se resistió y galleó como amante en el disco referido y aun en otros que lo siguieron. Además, ejerciendo el derecho al patetismo del cincuentón, el mismo que hubo de sentir Miguel de Cervantes, plasmado magistralmente en don Quijote, he hecho mío el lema que leí en una librería londinense. Aunque está dirigido a la juventud, me está siendo muy útil. ‘La gramática es sexy’, dice. Sexy a los 55.

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