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  • Esperanza Pamplona

La insoportable seriedad de una niña

La activista medioambiental sueca Greta Thunberg partió este sábado hacia Ginebra.
La activista medioambiental sueca Greta Thunberg
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Comenzó de forma sorda. A fin de cuentas solo era una adolescentes con una pancarta. Y encima, una adolescente rarita, semioculta en un chubasquero y envuelta en una gravedad desmesurada para su edad. A Greta Thunberg nunca se le escapaba una sonrisa, ni un guiño hacia quienes la iban apoyando, sus palabras siempre abocaban al drama, apuntaba a los culpables y señalaba a las víctimas, empezando por ella misma.

Resultó que esa falta de simpatía, esa intensidad constante y esa fijación por su mensaje son fruto del síndrome de asperger. Hay quien lo considera un trastorno, para otros solo es otra manera de ver el mundo. En el caso de Greta se ha calificado esta peculiaridad como “su superpoder”, porque le permite sobreponerse a convenciones sociales y mediáticas para centrarse en lo que quiere decir y en cómo lo quiere decir. Sin filtros.

La -para algunos- insoportable seriedad de una niña ha conseguido mover al mundo. Cientos de miles de jóvenes se han sumado durante meses, y más en los últimos días, a diversos actos contra el cambio climático, a la par que denuncian la pasividad del poder ante lo que se avecina.

Las migajas que se anuncian en titulares no son una respuesta válida; las fotos con Greta, tampoco. Otra ocasión perdida. Otra vergüenza.

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