Explosivos en el Jardín del Edén

Agentes de la Guardia Civil trasladan a una de las nueve personas detenidas en Cataluña, que tenían en su poder material para fabricar explosivos caseros
Agentes de la Guardia Civil trasladan a una de las nueve personas detenidas en Cataluña, que tenían en su poder material para fabricar explosivos caseros
EFE/Quique Garcia

La patria próspera, pacífica y feliz que dibujaban los próceres del independentismo escondía un taller para fabricar explosivos en el Jardín del Edén. Los mitos se han ido cayendo en un goteo muy doloroso. Resultó que el ‘seny’ era, en realidad, mucho más escaso que la ‘rauxa’. Que tras esa familia de probos gestores apellidada Pujol se escondía un pufo millonario. Que sus líderes iban a pisotear los valores europeos –democracia, apertura de miras, respeto institucional, etc.– en cuanto tuvieran ocasión. Que, en fin, algunos de ellos iban a acabar en el espectáculo grotesco de homenajear a un bolardo arrollado por las fuerzas de seguridad.

Había un mito que todavía no había caído hasta que se produjeron los actos de violencia de otoño del 17. Que la lucha independentista era pacifista se repetía como un mantra, aunque de cuando en cuando se colaban hechos y voces discordantes, como la de Torra animando a los comités por la defensa de la república (CDR) a ‘apretar’. En las portadas de estos días conviven el fallo sobre la exhumación de Franco, muerto en 1975, y las alusiones a Terra Lliure, el grupo terrorista fundado en 1978. Que haya candidatos a resucitar el terrorismo más de cuarenta años después de la llegada de la democracia significa hasta qué punto el delirio independentista está destruyendo a parte de la sociedad catalana.

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