Las palabras tienen su historia y algunas ocupan una posición especial. Esto ocurre, por ejemplo, con el término ‘liberal’ (asociado a conceptos virtuosos como individualismo, tolerancia, franqueza…) o con ‘déspota’ (vinculado al abuso de poder y la tiranía). Sucede con frecuencia que las palabras cambian y antiguos detractores se apropian de las mismas para integrarlas, sin contradicción aparente, en los relatos políticos, donde adquieren nuevos contenidos y valores de verdad. En otras ocasiones acontece que, aprovechando la genialidad de los artistas y creadores de la cultura nacional, las presentaciones del pasado por parte de los historiadores pueden ayudar a igualar las acciones, maquillar los hechos históricos y neutralizar los recuerdos colectivos de los personajes. En el Museo del Prado, se exhibe la obra maestra de Antonio Gisbert, ‘El fusilamiento de Torrijos’, que es una pura representación del nacimiento de la nación liberal. Y en el Museo Goya de nuestra ciudad, continúa la magnífica exposición ‘El viaje del Rey’, cuya pieza central es uno de los retratos de Fernando VII, el monarca del ‘trágala, trágala’, despótico y caprichoso que, además de dejar morir en el exilio al pintor aragonés, no dudó en ordenar la ejecución de un héroe militar y sus compañeros patriotas, liberales y constitucionalistas. Mientras tanto, la sátira goyesca del ‘Trágala, perro’ parece revivir, una vez más, de la mano de unos políticos que han vuelto a ofrecer a los españoles la píldora democrática de las elecciones. Pero no se dejen confundir. Primero, porque se trata de una práctica global de la Democracia. Y en segundo lugar, acéptenlo con humor, pues, "es sólo política", como escribió Slawomir Mrozek en su sabrosa miniatura del asesinato de César.

Ignacio Peiró Martín es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza