Esconder la cabeza

La peor política es la de esconder la cabeza.
La peor política es la de esconder la cabeza.
POL

Estamos viviendo unos momentos difíciles y muchos sentimos una honda preocupación. No es extraño que esta situación se refleje en los sondeos. Más del 80% de los españoles ven con pesimismo el curso que acaba de empezar. Los datos reflejan un aumento de once puntos más que hace un año, según el sondeo de Metroscopia realizado hace unos días. Me incluyo en el grupo, pues siento que la situación política tan prolongada que estamos viviendo puede traducirse en un deterioro institucional. Seguimos, por ejemplo, con unos presupuestos que se prorrogan casi indefinidamente. Estoy cansada de oír, una vez tras otra, cómo utilizan Cataluña para tirarse pedrada tras pedrada. Esta nueva moda de política tuitera sin el espacio para la reflexión y la información de fondo me produce un profundo agotamiento, pues en ella se apela simplemente a reacciones emotivas, no reflexivas, y considero que deteriora el espacio necesario para el diálogo y el acuerdo.

Los acontecimientos históricos que estamos viviendo los españoles están dado lugar a muchos y variados relatos, y a una lucha mediática para conseguir imponer cada uno el suyo introduciendo una lógica de adversario y no de posible colaborador: nosotros frente a ellos. Cada vez importa menos que un relato sea mentira, puesto que, repetido constantemente en las redes sociales, se termina convirtiendo en verdad. Estamos asistiendo a un duelo cuyo objetivo es conseguir que el otro cargue con el fracaso. Los sondeos, que supongo que examinan todos los días, les manifiestan que los españoles quieren acuerdo.

Soy profesora y me gustan los relatos que combinan sentimientos, emoción y razón. A lo largo de la historia han existido numerosos relatos, pues todas las culturas los necesitan, sobre todo para educar a las generaciones jóvenes. Su objetivo es doble: estudiar su pasado y proyectar su futuro. Ahora bien, no creo que sea el momento pues la situación actual no se resuelve con palabras o relatos sino con hechos.

Los ciudadanos esperan respuestas, pues ellos han depositado su confianza y su voto para resolver los problemas que padecen. Es el momento de tomar decisiones políticas, sin lugar a dudas difíciles y complejas, y para ello se necesita contar con consensos políticos amplios. Son cada vez más numerosos los que empiezan a pronunciarse demandando la retirada de los políticos que no son capaces de cumplir la tarea que con su voto los ciudadanos les han encomendado; y todavía más, cuando encima son reincidentes.

Mi preocupación se agrava cuando parece que se ha llegado a un diagnóstico, lo que ha permitido plantear una propuesta, un programa, pero no parece que haya voluntad para realizarlo y acordarlo. La conclusión parece evidente: no existe voluntad de crear un terreno común, asumiendo las diferencias pero buscando aquello que podría dar a los ciudadanos un momento de esperanza para mirar un poco más allá del angustioso presente continuo en el que estamos apresados.

Parece que el problema de la izquierda no es programático, no hay muchas dudas sobre el qué, sobre cuáles sean las medidas que encajan en su ideario. El problema afecta al cómo, a su traducción en la práctica, al ejercicio del poder.

Para agravar más la situación hay un dato de dicho sondeo sumamente preocupante: el 85% cree que se aproxima una recesión económica y el mismo porcentaje también considera que España no está preparada para afrontarla. Felipe González, que se define como "un viejo político, que no es un político viejo", en una reciente entrevista, considera que: "La sociedad no soportará una nueva crisis". Comparto su apreciación, pues los datos nos demuestran que se ha producido una redistribución negativa del ingreso, tanto en las etapas de crisis como en las de crecimiento. La crisis ha dejado a muchas personas varadas y las desigualdades siguen existiendo. Añadamos a este escenario que no hemos sido capaces de acordar los grandes pactos de Estado que nuestro país necesita.

Estoy segura que en el próximo sondeo del CIS que pregunte a los españoles por los problemas de nuestro país, los ciudadanos volverán a marcar, entre los primeros, a los políticos. Resultado previsible, dado que nos encaminamos a las cuartas elecciones generales en cuatro años por la incapacidad de la clase política de encontrar soluciones. En política, hoy más necesaria que nunca, hay algo mucho peor que equivocarse: es esconder la cabeza.

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