Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Sánchez ocupa lo que Rivera abandona

Rivera, durante la rueda de prensa de este lunes
Rivera, durante una rueda de prensa
Efe

Albert Rivera ha movido ficha porque tiembla el suelo bajo sus pies: en un verano ha perdido a buena parte de las figuras del partido (solo resiste Garicano) y, lo que es peor, a gran parte del electorado de centro. Es precisamente ese espacio ideológico con el que Pedro Sánchez sueña después de haber recuperado los votos socialistas que se habían fugado a Podemos. El presidente en funciones resucita así el viejo axioma del bipartidismo: el poder en España está en manos de quien ocupaba la mayor parte del centro político. Sánchez aspira, pues, a crecer por su flanco centrista, sobre todo porque Rivera le ha dejado ese espacio expedito al aceptar las alianzas con Vox.

La política funciona según el principio de los vasos comunicantes: si un partido pierde volumen (votos) lo gana otro. En política no acostumbra a haber vacíos. Si una formación (Ciudadanos) no es capaz de aglutinar a los electores que existen en su área sociológica (centro) porque se escora a la derecha, inmediatamente se fortalece el partido que le disputaba ese área (PSOE).

Ante la previsible debacle electoral que pronostican los sondeos, Rivera ha hecho un movimiento que solo pretende lavar la cara de Ciudadanos: ellos no son los culpables de la nueva convocatoria a las urnas. Es el primer paso de la campaña electoral para unas elecciones en noviembre. Su gesto y las repuestas de Sánchez y Pablo Casado más parecen un juego de trileros que unas auténticas negociaciones para un asunto tan serio como es formar un Gobierno para España. No le falta razón a Núñez Feijóo cuando define a los bisoños líderes políticos como "adolescentes incapaces de pactar un Gobierno".

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