Gimnasia política
Superada la primera prueba en forma de fulminante cese del independentista Bruno Pérez Juncà, director neonato de Administración Electrónica, el Gobierno cuatripartito continúa su andadura presto a la poda de cualquier inconveniente. Los papeles políticos se mantienen bien repartidos y, hasta la fecha, las contradicciones internas se evitan con el triunfo de la versión aragonesa de la ‘realpolitik’. Mientras la España política que se divisa a través de las conversaciones entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se muestra inelástica y sujeta a inéditos ofrecimientos como sería una coalición en pruebas, el presidente Javier Lambán convierte cada día en una victoria gracias a la gimnasia sueca que se practica en su Ejecutivo.
En Aragón triunfa la división de tareas. Es la buena educación o el arte del disimulo, que en política no siempre es lo mismo, lo que permitirá que Arturo Aliaga acuda a la inauguración del curso en la Universidad San Jorge y que Maru Díaz haga lo propio en la Universidad de Zaragoza. Los primeros pasos del cuatripartito traducen una prudencia que refleja lo mucho que todos sus miembros están arriesgando. Es la política de las anteojeras, donde la mano izquierda prefiere ignorar lo que hace la mano derecha sin reparar en que su destino electoral ni está compartido ni se repartirá a partes iguales.
Descubiertas las fragilidades, la oposición, que no atraviesa por uno de sus mejores momentos, ha focalizado sus esfuerzos en el punto que considera más débil de este Gobierno, y que no es otro que Arturo Aliaga. Los ataques, empaquetados como un regalo de bienvenida en la primera comparecencia del presidente del PAR en las Cortes, serán constantes a lo largo de la legislatura, en especial si Aliaga se empeña en mostrarse en exclusiva como consejero de Industria y olvida su condición de vicepresidente del Gobierno regional. Cree Aliaga que su naturaleza política descansa en su capacidad gestora, en su ofrecimiento personal como un activo en la relación empresarial e inversora de la Comunidad, olvidando que para que este Ejecutivo funcione hay que sumergirse de lleno en la minería política. Hace falta mucho trabajo de pico y pala para tejer una relación de confianza con Podemos y CHA, y para evitar que las molestas esquirlas que saltan en el día a día terminen dañando al cuatripartido. Salvo sorpresa mayúscula caminamos hacia una nueva convocatoria electoral nacional y el PAR, que en los pasados comicios optó por el tancredismo, tiene ahora ante sí, en su condición de socio de referencia del PSOE, la obligación de reinventar su argumentario. Queda por descubrir hasta dónde alcanza la flexibilidad de Aliaga y hasta dónde se atreve a participar en el liderazgo de un Gobierno que navega por un mar político con conocidos actores protagonistas que han descubierto que de poco sirve el enfrentamiento. El más claro ejemplo de esta renovada filosofía lo tenemos en el clima relacional creado entre el Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno de Aragón. Entre Jorge Azcón y Javier Lambán se observa una progresiva y creciente sintonía, nacida de un buen entendimiento personal previo, que reparte en reciprocidad una elevada rentabilidad. Convertidos en referentes de sus partidos, Lambán y Azcón saben que su cordialidad no solo oculta y minimiza el papel de sus respectivas oposiciones (Luis María Beamonte y Pilar Alegría) sino que también garantiza la asfixia de los extremos.