No es un ganador, es un campeón
Hay deportistas como Induráin, como Nadal, como Gasol, irrepetibles. El ciclista de Villava se subía a la cosechadora los meses de julio para ayudar en las labores agrícolas de su casa. Si uno le quería felicitar tras un gran triunfo en una carrera, no había que ir a una fiesta ni a la discoteca de moda, te lo encontrabas en medio de un campo de trigo en las afueras de Pamplona. Al pentacampeón del Tour le tergiversaban frases, le cambiaban el nombre, le querían convertir en un independentista, pero él siempre fue un tipo tranquilo que hizo cosas extraordinarias. No se le conoció ni una declaración altisonante, ni una humillación al rival ni un mal gesto con el adversario. El domingo, Nadal ofreció a los aficionados al deporte una de esas noches especiales, diferentes, vibrantes, que invitan a reflexionar sobre los límites en la excelencia deportiva. Casi cinco horas después del primer raquetazo Nadal se deshizo en elogios hacia su oponente, en agradecimientos a su familia, al público. No se le advirtió ni un mal gesto, ni una contrariedad en un partido épico. Hay ganadores, como Nadal, que se convierten en campeones al atesorar los valores más destacables del deporte. Acaso cansados de presenciar a tantas estrellas que dilapidan su talento con actitudes cuestionables, reconforta la humildad de un titán.