Marx y el escriba competente

Hay diferentes Marx en los textos de Marx.
Hay diferentes Marx en los textos de Marx.
M. Marteles & Lola García

Marx, hoy tan proscrito e identificado con el comunismo (soviético o a secas), está convertido en monolito. Pero "es posible encontrar diferentes Marx en el texto de Marx", recuerda Juan Manuel Aragüés en ‘El dispositivo Karl Marx’ (PUZ, 2018, con inspirada cubierta de M. Marteles).

Si el cristianismo cuajó mediante Pablo, Agustín y Tomás, la lista de exégetas de Marx (Bujarin, Kautsky, Luxemburgo, Zasulich, Gramsci, Bloch, Calvez..., con Lenin en cabeza) contiene, junto a análisis valiosos, mucha ganga, trucada ante todo en servicio de los partidos y sus jefes. El número y la variedad de los expertos en Marx dan fe de la relevancia del pensador alemán. Pero entre ellos son menos los admirables que los desechables y, de estos, los peores son quienes, a partir de unas pocas frases, reducen el marxismo a una explicación determinista que, básicamente, hace nacer el pensamiento directamente de la estructura productiva y, además, de forma unidireccional: solo de abajo arriba. Los catecismos marxistas más difundidos (como el de Harnecker, muerta en junio pasado), son poco marxianos.

Comprender a Marx como dispositivo múltiple requiere dos cosas difíciles: su lectura despaciosa -y no en refritos catequísticos: para eso basta con leer a Lenin-; y atender a los cambiantes criterios que surcan su biografía. La lectura de Marx es exigente y con el añadido de que requiere que el lector se despoje de vulgatas: como las que han hecho de ciertos asertos suyos un dogma catecumenal. Por ejemplo: hay quien del ateísmo ontológico de Marx ha generado el ritual pontifical y estalinista del PCUS o el cerril ateísmo estatista de Hoxha en Albania.

Este desenvuelto libro de Aragüés asocia ideas distantes en el tiempo y en el devenir filosófico de Marx. La contradicción entre ellas se advierte desde una visión que ha de ser de conjunto; y, además, solo puede adquirirse con el previo propósito de buscar a los Marx que hay en Marx. Conocer el todo para medir la coherencia entre las partes. Si Antonio Escohotado ha hecho en estos últimos años una llamativa labor de demolición de Marx, Aragüés más cuestiona e indaga que derriba.

Aragüés pregunta cómo ‘extender’ Marx a este siglo de capitalismo cognitivo, cibernética, globalidad comunicatoria, posibilidad real del despojo privatizador y planetario de quienes nada tienen, etc. E insinúa las respuestas.

Escribas y escribas

Cuando podía impartir cursos en la Facultad, alguna vez expliqué la función de la gente letrada en las sociedades antiguas. Un año propuse observar la devaluación cristiana de la voz ‘escriba’, por la frecuencia con que los evangelistas asociaron a ‘escribas y fariseos’ con intención peyorativa.

La traducción adecuada del hebreo ‘sofer’ (que en el griego de los evangelistas es ‘grammateos’, un conocedor de las letras o escritos, ‘grámmata’) debería ser ‘letrado’, persona instruida, que usualmente lee y escribe. Ejemplo interesante es un mismo relato en Marcos (12 28) y Mateo (22 34). En tiempos del emperador Tiberio, sucesor de Augusto, Jesús habla en Jerusalén. Entre los oyentes hay personas instruidas que suscitan un coloquio y proponen al orador cuestiones difíciles: ¿hay que tributar a Roma, invasora y politeísta? o ¿cómo se reharán las familias si es que hay un más allá tras la muerte?

Mateo narra el caso como una sucesión artera de trampas dialécticas. Marcos matiza mejor lo que sucede: un ‘escriba’, sorprendido por el saber escriturístico que está exhibiendo Jesús, le pregunta cuál es el principal mandamiento divino, de los cientos que figuran dispersos en los cinco libros básicos de la Biblia, entonces atribuidos todos a Moisés. Es la consulta de quien desea oír una opinión autorizada. La respuesta, sin rodeos o paráfrasis, es inmediata: "El primer mandamiento de todos es: ‘Oye, Israel; el Señor nuestro Dios es uno. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay mandamiento mayor que estos". El escriba, meditada un momento la respuesta, se admira y se muestra conforme.

Lo que el letrado valora en su interlocutor es el conocimiento inteligente e integral de la Biblia, pues ha elegido, de entre la masa del Pentateuco (quizá unas 145.000 palabras en español), dos pasajes breves, pero inconexos, y que nunca se asocian, pues no se leen ni aparecen juntos, como son Deuteronomio, 6, 4 y Levítico 19, 17. La perspicacia que el escriba admira es doble: la lectura integral se suma a la capacidad de entender y asociar lo mucho leído. El letrado reconoce en su ánimo que él no había caído en la cuenta, aun conociendo bien el paño. La narración de Marcos comprende esa circunstancia.

Leyendo el libro de Aragüés se adquiere la impresión de que es mejor entendedor de Marx que muchos del gremio académico, que ahora son líderes políticos. Es un caso de escriba competente.

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