Por
  • Alberto Díaz Rueda

El panóptico digital

Nunca los ciudadanos habían estado tan vigilados.
Nunca los ciudadanos habían estado tan vigilados.
HERALDO

El movimiento utilitarista británico del siglo XIX, que daría alas al empirismo y el pragmatismo como escuelas filosóficas opuestas al idealismo y que culminaría en el realismo de Moore y Russell en el XX, tuvo como una de las figuras más importantes a Jeremy Bentham (1748-1832). Bentham era jurista y abominaba del sistema carcelario inglés que no había evolucionado desde el siglo XV, como bien sabía su coetáneo Dickens. Así que ideó uno nuevo basándose en sus ideas humanitarias: el objetivo no era solo castigar sino reeducar al criminal. Escribió ‘El panóptico’, sobre un nuevo tipo de prisión, más benigna que la entonces vigente. Se trataba de edificar un círculo de varios pisos con celdas, en torno a un eje central de servicios y vigilancia en cuya cúspide estarían los observadores carcelarios con una visión directa sobre las celdas enrejadas de los presos (lo que llaman ‘la dictadura de la mirada’), con lo que con pocas personas se podía controlar todo el perímetro. Además los vigilantes de la torre podrían ver a todos los reclusos, pero estos no podrían verlos a ellos. Control y disciplina con poco gasto. El éxito del panóptico fue fulgurante y no solo en Inglaterra. En España, Barcelona fue la primera ciudad en construir entre 1881 y 1904 un edificio penitenciario con esas directrices, la Cárcel Modelo. La idea y su sentido práctico y útil, se extendió a otras instituciones como escuelas o fábricas, en las que un cierto grado de intimidación es preciso para que el conjunto funcione.

En realidad el panóptico es extrapolable al entramado de cámaras públicas de vigilancia, drones espía y de control de tráfico y sobre todo a la Red digital que ha superado los sueños de Bentham y del Gran Hermano (‘1984’ de Orwell) llevando su Ojo vigilante a todos los ámbitos incluso los más personales e íntimos del ciudadano. Con una característica asombrosa: con el beneplácito de los propios vigilados. A cambio del ‘plato de lentejas’ (bíblico), en forma de cómodos accesos a la comunicación, la gestión y la diversión, el ciudadano de la actual sociedad digital se ha entregado atado de pies y manos (legalmente: aceptamos sin leerlas las condiciones de uso de las empresas como Google, Facebook y otras) a un mercadeo de sus datos e intimidades más personales, financieras, laborales, sanitarias y lúdicas como jamás en toda la historia de la Humanidad se había permitido. Byumg-Chul Han (‘Psicopolítica’, 2019) y Alessandro Baricco (‘The Game’, 2018), entre otros, han tratado el tema, creando cierta alarma y denuncias consiguientes. Ante la indiferencia, la hostilidad o la complicidad de la clase política.

El ‘ábrete sésamo’ de la sociedad digital y su nueva forma de control se llama ‘Big Data’ que es la estructura operativa de la nueva ‘filosofía’ emergente, el ‘dataísmo’ que, como su nombre indica, es la capacidad de acumular, clasificar, manipular y usar ingentes cantidades de datos de todos los que tengan un ordenador personal, un móvil o una simple conexión a la Red de redes, Internet. El ‘Big Data’ es un sistema operativo de control con muchas cabezas y ningún rostro, al que alimentamos con cada click que hacemos, dejando un rastro de datos que nos identifica de inmediato, conoce nuestros deseos, carencias, defectos, ambiciones y proyectos. No sólo nos define sino que puede manipularnos a placer… de quien pague. La empresa Acxiom, norteamericana, promete a las empresas o grupos políticos que les contratan: «Les ofrecemos una visión de 360º sobre sus clientes» (o posibles votantes). ¿Quiere hace una prueba simple? Entre en Google y teclee en su ordenador ‘imprentas’ en una localidad cualquiera. En pocos segundos ya tendrá anuncios de todas las que quiera, aparte de las que le proporciona el buscador. Las imprentas formarán parte de su ‘ficha digital’ junto a todas las cosas o ítems que usted vaya solicitando. De ahí viene la «visión de 360º» de su persona, actividades y preferencias. Esto es el panóptico digital. Sabe lo que usted hace en todo momento, siempre que esté conectado. Y lo estamos casi constantemente. Su cínico lema es la transparencia. La de usted, la nuestra, la de todos, pero no la de ellos. Las implicaciones políticas son alarmantes. Las sociales, personales, filosóficas... devastadoras. Si Betham levantara la cabeza se horrorizaría y volvería a sumirse en el vacío de su tumba. Estamos avisados y aviados…

Alberto Díaz Rueda es escritor

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