Por
  • José Luis Ledesma

Ciclistas y machirulos

En la actualidad hay más facilidades para circular en bicicleta.
En la actualidad hay más facilidades para circular en bicicleta.
Francisco Jiménez

Durante mucho tiempo, ir en bici por nuestras ciudades tenía algo de heroico. Sin carriles bici, con las calles tomadas por los coches, en una sociedad que se afanaba por auparse a la modernidad motorizada, la bici era para cuatro irreductibles. Hoy las cosas son diferentes. Los ciclocarriles, las nuevas formas de movilidad y la concienciación ecologista multiplican el número de ciclistas urbanos. Pero los problemas siguen. A juzgar por los comentarios y quejas en periódicos y programas locales de radio, los ciclistas seríamos poco menos que criminales. Uso la bici a diario y cada día veo a conductores que nos desprecian, insultan y ponen en serio peligro aunque respetemos reglas y espacios.

Eso sí, no siempre lo hacemos. No estamos en igualdad de condiciones con coches y buses; pero, si queremos que nos respeten, debemos respetar las normas de circulación y al resto de los usuarios de calles y aceras. La cultura de la bici es eso: el disfrute respetuoso, tranquilo y colectivo de la ciudad. Supone una alternativa a la sensación de velocidad, poder y agresividad del coche.

Será cosa de la edad pero, de un tiempo a esta parte, si veo que un ciclista pone en riesgo la integridad de otros peatones o ciclistas, la mía o la suya propia, trato de alcanzarlo y decírselo con buenas maneras. Las respuestas no suelen ser tan educadas. Un joven que había hecho tropezar a una anciana al invadir la acera, cuando se lo dije, me amenazó y me imprecó que le comiera una parte de su anatomía seguro que muy llena de hormonas. Otro, este sesentón, me insultó y mandó a tomar por… ahí. Todo muy edificante. La última fue hace unos días. Cuando fui a decirle a un señor que no me había atropellado por milímetros al saltarse un cruce sin mirar, me soltó una chapa sobre que era profesor, padre y usuario de la bici desde hace 40 años, que no tenía ninguna lección que darle y que lo dejara en paz. Y como quiera que pese a todo intenté darle mi versión, mientras se iba aludió a la misma parte de su anatomía que el otro.

¿Dónde está la clave de todo esto? No lo sé. No es cosa de la edad. Tampoco actúan así ni todos ni la mayoría de los ciclistas. Quizá la cultura del coche es tan corrosiva que invade la conducción en bici. Pero una cosa sí sé: los casos que he visto los protagonizan varones. Veo muy pocas ciclistas conduciendo a lo machirulo y ninguna me ha respondido con tonos desabridos. Quizá sea que la cultura del riesgo y del dominio que define la masculinidad hegemónica también ocupa manillares y pedales.

José Luis Ledesma es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense

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