Mirarse en el espejo de Barcelona
En Barcelona, las autoridades han pasado años desentendiéndose, o poco menos, de los signos que alertaban de un inquietante deterioro de la seguridad ciudadana. El Ayuntamiento de Ada Colau es posible que incluso haya alentado, sin reparar en las consecuencias, actitudes, comportamientos y situaciones que en nada favorecen una convivencia normal en una urbe que, sobre ser la segunda más populosa de España, recibe cada año a millones de visitantes. Y en la Generalitat catalana, cuya Policía autonómica tiene plenas competencias en la materia, ya sabemos que han estado demasiado ocupados saltándose las leyes como para preocuparse de hacerlas cumplir. Pero como todo cae por su peso, ahora, con un nuevo gobierno municipal en el que Colau ha pactado con los socialistas, hay que empezar a tomar medidas. El primer teniente de alcalde, Jaume Collboni, ha reconocido que en Barcelona hay una "crisis de seguridad", aunque su pronóstico de superarla en un año quizás sea demasiado optimista. Las características de Zaragoza son distintas. Y la nuestra es una ciudad en general razonablemente segura. Pero hay síntomas que no se pueden pasar por alto, sino que deben hacer que salten las alarmas. En la Delegación del Gobierno, en el Pignatelli y en el Ayuntamiento. Mejor atajar pronto los problemas, que esperar a que crezcan.