Cinco libras

Un billete antiguo de cinco libras esterlinas.
Un billete antiguo de cinco libras esterlinas.
HERALDO

El Reino Unido, que es puro exotismo, ahora también es extraño para quienes aman los valores británicos, esa mezcla prodigiosa de tradición, libertad, sacrificio y pragmatismo que, desde los orígenes de la modernidad, logra hacer comunidad del individualismo y que, constituyendo una frontera más decisiva que su condición isleña, distingue a Albión del resto del mundo. La primera pista que tuve de lo anterior fue que hoy en Londres se pueda tomar un café medio decente en muchos establecimientos. Pero la prueba definitiva me la ha dado un billete de cinco libras que conservo de otro viaje. Conforme a las aludidas esencias británicas, en su anverso figura la Reina de Inglaterra y en el reverso, George Stephenson, un insigne ingeniero inglés del siglo XIX, pionero del ferrocarril. Pues bien, dicho documento, de curso legal hace pocos años, ya no es aceptado como medio de pago.

Ahora bien, la flema, la sorna y el humor con que esta gente ha rechazado el billete me hacen dudar. Quizás mi juicio sea precipitado. Hay aspectos muy relevantes que siguen igual. Por ejemplo, esa obsesión por los detalles para que todo sea más fácil y operativo. A veces, tal empeño tiene éxito. Es el caso de las delicadas rampitas cerámicas de recepción y evacuación por el sumidero que tienen muchos váteres. En general, en cambio, fracasa. No hay quien entienda los signos, el tráfico, los horarios, los pesos, las medidas, los enchufes, los grifos, ni el idioma. Y tengo la impresión de que una parte de la población autóctona tampoco se aclara. Quizás, de ahí, el lío del ‘brexit’. Me temo que he vuelto a precipitarme.

jusoz@unizar.es

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