Por
  • Octavio Gómez Milián

Los nuestros

Sustituir a personas válidas solo porque fueron nombradas en la etapa anterior no es buena idea.
Sustituir a personas válidas solo porque fueron nombradas en la etapa anterior no es buena idea.
HERALDO

Ya avisaba el interés por la Romareda de nuestro nuevo alcalde que la cultura con mayúsculas iba a ser prioridad en la nueva legislatura. No han decepcionado: prestos sustituyeron a los otros por los suyos. Dirán ustedes, viene el columnista progre a quejarse. No, por favor, no se confundan. En mi línea está más bien la idea de mi compañero de sección Juan Luis cuando habla de que "ciertas personas que van de la mano con partidos políticos parece que se sorprenden de que los otros partidos no cuenten con ellos". ¿Pero qué sucede cuando se sustituye a un activo que alcanza su puesto a través de un concurso público? ¿Qué coherencia hay en ello? El caso de Víctor López, cuya labor ha sido reconocida por compañías, actores, público y prensa, demuestra que seguimos en la senda sectaria que el abajo (o arriba más bien) firmante abomina. ¿No podríamos intentar, por una vez, revisar la validez de las personas antes de arrasar con todas las figuras del tablero? En realidad esta columna no deja de ser una crítica a Ciudadanos. Tuve una afinidad emocional con el partido, la defensa de la Constitución en Cataluña y esa idea de partido bisagra que permitiera que no fuera el nacionalismo periférico y ramplón el que mandara en nuestro país. Un partido que por primera vez no se llevara por delante lo que había antes solamente por estar antes. En este Aragón nuestro de pactos siempre posibles, de veletas y virreyes, uno nunca pierde la esperanza, ni la capacidad de asombro. Desde aquí pues mi punto y aparte, casi mi punto final.

Octavio Gómez Milián es profesor y escritor

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