Contar
Hoy cumplen su medio mes. Y a lo mejor ya les parece como medio año. Las becarias que el 1 de julio cambiaron el aula por la redacción de Radio Zaragoza empiezan ya a vislumbrar qué es esto del oficio de contar. Seductor y polisémico, contar significa enumerar, pero incluye sobre todo relatar, explicar e interpretar. Y en un mundo cada vez más complejo y con menos certezas, la nuestra se convierte en obligación y casi misión. Hay que contar: el gobierno –aunque no lo haya– y precisamente porque no lo hay, los acuerdos sin acuerdo y los pactos que no pactan. Contar el cambio climático trasladado al verano infernal de Zaragoza o a la cuenca minera sin carbón de Andorra. Contar la digitalización –sin algoritmos y con traducción– o la engañifa del 5G y el desvarío del dieselazo que ‘ahora’ contamina o lo eléctrico que salva aun con baterías solo made in Asia. No hay historia pequeña ni contexto demasiado grande para no intentar abrazarlo. Aunque este abrazo, a veces, sea de boa constrictor. El oficio de contar te ahoga y tritura por lo intenso, y por la dureza de un contexto laboralmente duro y socialmente intoxicado de mentiras (ahora ‘fakes’). Pero no hay forma de ejercerlo sin implicación y pasión. Y no hay forma de hacerlo sin buenos periodistas. Y sin periodismo, ya se sabe, no hay democracia. Hay cadenas –de causas y consecuencias– que son condenas, y se cumplen sin indulto posible. Por eso hoy, a las becarias les cuento que esto de contar, cuenta. Si queréis salvar el mundo, ¡mejor contadlo!… porque ya lo decía Kapuscinski, los cínicos no sirven para este oficio.