Por
  • Almudena Vidorreta

Yo, patata

Ya se sabe: ellos son la patata, nosotras somos la tierra
Ya se sabe: ellos son la patata, nosotras somos la tierra
James76

Después de dos años sin pasar por Zaragoza, he podido cumplir al fin con la deliciosa obligación de presentar a mi retoño en sociedad. No me imaginaba que la calurosa bienvenida iba a serlo hasta tal punto, con ola semejante de canícula que más parece un castigo divino que un efecto del cambio climático. Respecto al bebé, hemos sacado algo en claro: no se parece a mí. Ya se sabe: ellos son la patata, nosotras somos la tierra. Pura lógica. Casi había olvidado cuánto me gusta la filosofía del terruño.

Denostada como un ingrediente propio de las clases sociales menos favorecidas, la patata salvó la vida de miles de campesinos que no tenían otro alimento que llevarse a la boca cuando apretaba la necesidad. Eso es el padre, un tubérculo barato pero indispensable en la dieta del medio rural español, importado por los colonos del siglo XVI. Las madres, sin embargo, somos la tierra. No sé si tenga que ver con la tradición aragonesa, pero la vida se explica de manera semejante al otro lado del Atlántico. Cuenta una leyenda andina que, en época de hambruna, una mujer vagaba por el campo y se desmayó por la falta de ingesta. Los dioses la poseyeron y quedó encinta. Al poco nació muerta una criatura masculina cuyo cuerpo fertilizó el suelo: de sus huesos nació la yuca; de sus dientes, el maíz; y adivinen qué nació de sus testículos. Por supuesto, la patata. En Idaho se crían por castigo, pero intenten hacer una buena tortilla; les prometo que no es igual. ¿Sabrán jugar a nuestro corro?

Almudena Vidorreta es profesora en la Universidad de la Ciudad de Nueva York

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión