Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Ni dramas ni comedias

Spain's acting Prime Minister Pedro Sanchez reacts during a meeting with People's Party (PP) leader Pablo Casado at the Moncloa Palace in Madrid, Spain, May 6, 2019. REUTERS/Juan Medina [[[REUTERS VOCENTO]]] SPAIN-POLITICS/
Pedro Sanchez y Pablo Casado en la Moncloa/
JUAN MEDINA

La dramatización es la base de la política. Calderón de la Barca ya dijo que la existencia humana es semejante al actor que interpreta un papel en el Gran Teatro del Mundo. Pero la política aún va más allá, pues no es solo semejante al teatro, sino que en esencia es puro teatro. Eso es lo que explica la querencia por la gesticulación, el fingimiento y la improvisación que tienen muchos políticos.

Ahora, en España, llevamos una larga temporada en la que los jefes de filas de los partidos se han entregado a bordar sus interpretaciones con entusiasmo semejante a quien aspira a ganar el premio Goya al actor revelación. Pero hay poco riesgo interpretativo; ni siquiera Pablo Iglesias busca ya papeles histriónicos, al estilo Donald Trump. Por el contrario, todos se decantan por el conservadurismo del Siglo de Oro. Encandilan, por ejemplo, obras como ‘El perro del hortelano’. Así, del mismo modo que Lope de Vega describe a una enamorada que, como el perro, ni come ni deja comer, Rivera, Iglesias y Casado ni quieren pactar con el PSOE ni quieren que pacte con otros.

Con Sánchez oculto entre bambalinas mientras otros buscan por él un buen guion para no ser expulsado del escenario, los demás bloquean incluso los ensayos sin atender a la obligación de satisfacer al público. ¿Ya han olvidado para qué fueron elegidos?

La nueva generación de líderes políticos le está cogiendo gustillo a esto del teatro. Les encandila el postureo y la improvisación. Pero España ya no necesita más dramas ni más comedias; necesita un buen gobierno.

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