Por
  • Pedro Rújula

El rey

Museo Goya Colección Ibercaja
Museo Goya Colección Ibercaja
Laura Uranga

En unos días el Museo Goya Ibercaja inaugura una exposición que aborda el tema de la eficacia política. Lleva por título ‘El viaje del rey’ y analiza los tres meses exactos que empleó Fernando VII en recorrer casi 1.900 kilómetros en medio de una Europa en guerra para regresar desde su cautiverio francés en Valençay hasta Madrid. Fue entre marzo y mayo de 1814. Durante este tiempo, el rey, que había permanecido seis años fuera del país, ajeno a todo lo que estaba sucediendo, tanto a la guerra contra los franceses como al proceso de reconstrucción institucional que desembocaría en la Constitución de 1812, se fue aproximando a su destino. Las primeras etapas fueron veloces, porque corría el riesgo de verse arrastrado por la marea de la derrota napoleónica. Pero, después, el ritmo se serenó hasta convertirse en un pausado baño de masas. Las gentes acudían desde lejos para ver al rey, reconociendo en él no solo el representante de una vieja institución con la que se identificaban, sino la pieza clave del orden social y la promesa de la paz. Era una confianza intuitiva procedente del pasado que permitió a Fernando VII desmantelar el orden constitucional y retomar sus prerrogativas de monarca absoluto.

La combinación de inercia política y gestión oportuna del tiempo dieron ventaja al rey. En realidad estos factores, inercia política y tiempo, no son patrimonio exclusivo del pasado, pero hoy nos cuesta mucho más reconocerlos, tal vez confundidos por la engañosa apariencia de que todo se explica en presente.

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