Director de HERALDO DE ARAGÓN

Cuestiones sabidas

Javier Lambán y Arturo Aliaga en la firma del acuerdo.
Javier Lambán y Arturo Aliaga en la firma del acuerdo.
Guillermo Mestre

Existen cuestiones sabidas, pero no por ello asumidas. Por mucho que Podemos se empeñe no entrará en el futuro Gobierno de Aragón. Javier Lambán no solo lo tiene claro sino que se está empeñando personalmente en explicarlo. La presencia de Podemos en el futuro Ejecutivo, aparte de incompatible con el PAR, concedería una generosa bocanada de oxígeno a los morados que serviría para rescatarlos de la irrespirable tibieza en la que se encuentran. Sin sentirse oposición y sin alcanzar a ser gobierno, Podemos busca una mínima influencia sabedor de que su tiempo está pasando. Si para su carrera política en Aragón fue un error no reclamar en la pasada legislatura su entrada en el Gobierno PSOE-CHA, hoy carecen de argumentos sólidos, más allá de la búsqueda de refugio, para acoplarse a un Ejecutivo que cuenta con el PAR como llave maestra.

Afectados por la misma situación en Aragón que en el resto de España, ni a Pedro Sánchez ni a Javier Lambán les interesa que los podemitas entren en sus respectivos ejecutivos. El empeño de Lambán y su primera opción fue Ciudadanos, pero tanto él como Sánchez reclaman hoy el respaldo de Podemos conscientes de que se puede ir a una nueva convocatoria electoral.

En Aragón habrá Gobierno, más bien pronto que tarde, mientras que en Madrid la negativa de Iglesias, convertida más en amenaza táctica que en postura solvente, puede llevar a una repetición electoral el próximo otoño. Jugando a los futuribles todo parece indicar que una nueva convocatoria aceleraría el derrumbe de los llamados emergentes –Ciudadanos, Podemos y Vox–, abriendo nuevamente la puerta a los rigores del bipartidismo. El atasco y las dificultades registradas en la formación de Gobierno están provocando una generalizada desesperación entre una parte de los votantes, un hecho que aviva la añoranza del bipartidismo y su tan criticado turnismo, convirtiéndolo en sinónimo de estabilidad.

Tanto en la Moncloa como en el Pignatelli, se pensó que Ciudadanos apostaría por el pacto, que su perfil como formación abandonaría las posturas inamovibles y desde la oportunidad, que no desde el oportunismo, tendería puentes entre los criterios preconcebidos, convirtiéndose en una estación intermedia con poder moderador y voluntad transversal que miraría a izquierda y derecha adueñándose del centro. Pero la realidad se ha descubierto de forma bien distinta: la principal batalla de Ciudadanos, la que hoy libra internamente, no hace mención tanto a su relación con el PSOE como a su posición frente al PP. Empeñado en sustituir a los populares, Albert Rivera ansía para su formación todo el espacio del centro derecha. Convencido de su capacidad para desplazar a Pablo Casado, no se moverá ni un milímetro de lo que se esperaría de un partido alternativa del PSOE. Rivera, que demostró el viernes hasta dónde llega el presidencialismo en Ciudadanos al retar a sus críticos a formar un nuevo partido político, mantendrá la misma hoja de ruta que la vieja política.

Puede, asimismo, que Ciudadanos se crea capaz de sustituir al PP en el liderazgo de la oposición en las Cortes de Aragón, pero con la alcaldía de Zaragoza en manos de los populares resultará muy complicado que los pesos se intercambien.

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