Una salida pacífica
Lejos de solucionarse, la crisis política en Venezuela se complica día a día. Para España, porque el opositor Leopoldo López y su familia se encuentran refugiados en la residencia del embajador español en Caracas, lo que enturbia aún más la relación bilateral. Para el conflicto en sí, porque Estados Unidos ha incrementado la tensión al asegurar que abre la posibilidad de intervenir militarmente para derrocar a Maduro. El objetivo debe ser restaurar la democracia y el Estado de derecho, pero siempre por vías pacíficas
El audaz movimiento de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y autoproclamado presidente interino de la república, no parece haber tenido éxito. Los hechos demuestran que ni la debilidad del régimen de Nicolás Maduro es tan grande como algunos proclaman, ni la oposición ha contado hasta ahora con los resortes suficientes para precipitar los acontecimientos, sobre todo de un apoyo sólido del Ejército, que es quien sostiene a Maduro en el poder. Es urgente encontrar una salida política a la situación en Venezuela. Los muertos y heridos de las últimas jornadas deberían ser los últimos del conflicto, y la posibilidad de un enfrentamiento civil a gran escala debería desaparecer del horizonte. Este es el peligro que conviene conjurar con todos los esfuerzos. Justamente lo contrario que hace Estados Unidos cuando su secretario de Estado, Mike Pompeo, asegura que el Gobierno estadounidense está preparado, de ser necesario, para intervenir militarmente. En el otro plato de la balanza, la Unión Europea debe protagonizar un impulso diplomático para buscar una salida pacífica. Y España, con una larguísima tradición de amistad con Venezuela y con fuertes intereses comerciales, no puede ser equidistante frente a la dictadura. El objetivo es que la democracia vuelva a pacíficamente al país, sin venganzas, con justicia y con respeto al Estado de derecho.