Escasa reserva de agua y nieve
Las reservas de agua y de nieve en Aragón han caído hasta situarse en su peor registro de los últimos cinco años a pesar de las recientes lluvias. A la espera de que se produzcan precipitaciones más abundantes antes de que llegue el verano, es necesario prever ya un posible agravamiento de las circunstancias que podría afectar directamente a los ciudadanos, además de a los agricultores.
Resurge la inquietud entre las comunidades de regantes porque los embalses de la cuenca del Ebro se sitúan ya en los peores registros del último lustro. La falta de precipitaciones y las altas temperaturas de enero, febrero y marzo en la mayor parte de Aragón han hecho que actualmente no superen el 71,5% de su capacidad, un 3,3% menos que hace un año y 6,7 puntos por debajo de la media desde 2015. Y si preocupantes son estos datos, no lo es menos el de las reservas de nieve, consideradas un embalse en diferido capaz de proporcionar recursos en la época de deshielo. Las precipitaciones de los últimos días ayudan, pero no resuelven la situación. El invierno de 2018-2019 pasará a la historia por sus escasas nevadas: ha sido el quinto peor año desde que la CHE empezó a medir la reserva nival en 2002. Urge, pues, asumir que estamos ante un nuevo año de escasez de recursos hídricos y reactivar el ahorro al máximo.
Que Aragón, como buena parte de la Península Ibérica, es un territorio árido no es ninguna novedad. Lo inexplicable es que las administraciones hayan sido incapaces de poner en marcha más medidas preventivas para paliar los demoledores efectos de las cíclicas sequías que afectan al conjunto del país. En este contexto de déficit estructural de recursos hídricos, agravado ahora por los efectos del cambio climático, el deber del Gobierno y de las comunidades es articular un pacto nacional que aborde esta cuestión no solo como un problema sectorial sino como un reto de Estado.