Por
  • Fernando Reinares

Ajuste de cuentas con España

Captura ajuste de cuentas
Ajuste de cuentas con España
Heraldo.es | Lucia Serrano Pellejero

Quince años después, entre los españoles continúa existiendo confusión acerca de quién estuvo detrás del 11-M, cuándo y por qué se decidió atentar en nuestro país o cómo pudo ser que los terroristas se salieran con la suya. Sin embargo, hay fundamentos suficientes para elucidar estas cuestiones.

Para empezar, no es posible entender el 11-M sin saber que, diez años antes, en 1994, Al Qaeda fundó en Madrid una célula que se había consolidado, hasta contar con unos treinta miembros, cuando fue desmantelada en noviembre de 2001, en la Operación Dátil, tras conocerse sus vínculos con los terroristas del 11-S. Pero no todos sus integrantes pudieron ser detenidos. En al menos cinco casos –entre ellos los de Serhane ben Abdelmajid Fakhet, el Tunecino, y Jamal Zougam– debido a constreñimientos de la legislación antiterrorista que entonces existía. En otro caso más –el de Amer Azizi– porque estaba en Irán, de donde pasó a Pakistán, decidido a tramar una venganza contra España como respuesta al mayor golpe policial asestado en Europa a Al Qaeda, e incorporarse al aparato central de esta organización.

En diciembre de 2001, Azizi se reunió en Karachi con un militante del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL), por medio de quien instruyó a sus hasta poco antes compañeros de célula que seguían sin ser detenidos, para formar el núcleo de lo que será la red del 11-M. Entre esa célula y esta red habrá otras muestras de continuidad: el recinto de Morata de Tajuña, base operativa de la última, era propiedad de un miembro de aquella. Ese primer componente de la red del 11-M empezó a reunirse en marzo de 2002 y su propósito fue, desde el inicio, ejecutar un atentado en España. Así, le fue fácil incorporar a un exmiembro del Grupo Islámico Armado (GIA) –Allekema Lamari, argelino– detenido en Valencia en 1997 y condenado a 14 años por terrorismo, pero excarcelado, debido a un desajuste judicial, en mayo de 2002. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) sabía de este individuo, antes de los atentados de Madrid, que "juró que los españoles pagarían muy caro su detención".

Entre tanto, delegados del GICL y del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) se habían encontrado en Estambul, en febrero de 2002, para reorientar su yihad terrorista. El líder del GICL acabó comunicándose con el Tunecino. Los del GICM, desde Bélgica y Francia, introdujeron en la red del 11-M un segundo componente, a cuyo nodo –Yousef Belhadj– se le incautó, en su casa de Bruselas, un documento, de 19 de octubre de 2003, donde por primera vez se plasmó la fecha del 11 de marzo. En verano de ese año, unos delincuentes radicalizados por su cabecilla –Jamal Ahmidan, el Chino– se sumaron, como tercer componente, a la red del 11-M.

Meses antes, Azizi, cerebro del 11-M, se había convertido en adjunto al jefe de operaciones externas de Al Qaeda. Su proyecto terrorista fue asumido por el directorio de esa organización cuando la guerra de Irak, iniciada en febrero de 2003, ofreció un contexto para adecuarlos a su estrategia general y aprovechar el impacto. Los atentados de Madrid terminaron perpetrándose un día once y contra cuatro trenes, al igual que el 11-S atacó cuatro aviones, usando un dispositivo para detonar bombas propio de Al Qaeda. Esta se los atribuyó como "parte de un ajuste de viejas cuentas con la cruzada España", en un comunicado enviado por correo electrónico, desde un país de Oriente Próximo, al periódico ‘Al Quds al Arabi’.

Los terroristas del 11-M no fueron suicidas porque tenían previstas más atrocidades. Unos dejaron cartas de testamento, siete se inmolaron en Leganés y otros se fugaron a Irak, donde fueron mártires para Al Qaeda. Pero, ¿cómo lograron cometer el 11-M pese a que las fuerzas de seguridad conocían a buena parte de ellos? Primero, debido a que los desajustes judiciales, el limitado conocimiento del yihadismo global por parte del ministerio público y unas leyes insuficientes les permitieron desenvolverse en libertad. Además, mostraron gran habilidad, por la capacitación que alguno adquirió en campos afganos de Al Qaeda.

Una adecuada coordinación policial hubiese evitado la matanza de Madrid. Tampoco ayudó la cooperación internacional, aunque, todos los al menos 26 implicados en la red del 11-M eran extranjeros y, salvo cuatro, marroquíes. No pocos, conocidos por servicios de seguridad de Marruecos, Francia o Turquía. No pocos, conocidos también, por su extremismo violento, en las colectividades musulmanas de Madrid, donde demasiadas personas tuvieron razones para sospechar que estaban preparando algún atentado, como las tuvieron los traficantes españoles que les proporcionaron dinamita.

Fernando Reinares es director del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano

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