Pulso económico débil
La OCDE ha venido a confirmar lo que ya se adivinaba: que las principales economías del mundo, en particular la zona del euro, desaceleran de manera pronunciada su crecimiento económico. La UE tiene que actuar con reformas estructurales que incluyan una mayor integración de los países miembros y otras para que las oportunidades y la mejora de la calidad de vida lleguen a todos.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ha rebajado nada menos que ocho décimas su estimación del pasado noviembre para la eurozona, el recorte más intenso realizado desde el año 2009, tras el estallido de la crisis económica global. Y es especialmente pesimista para Europa, donde más mella están haciendo la incertidumbre política, la fuerte ralentización del comercio exterior y el ‘brexit’. Entre los grandes países de la moneda única, los más afectados son Alemania e Italia. La economía española también se está desacelerando, pero por ahora aguanta mejor las turbulencias comerciales mundiales. No obstante, la ralentización de los principales clientes de los productos españoles acabará pasando factura.
Ante esta coyuntura, los gobiernos deben cooperar inmediatamente para reducir riesgos. Hay margen para evitar otra crisis, pero requiere actuar de forma coordinada y de manera urgente. La OCDE propone, por ejemplo, que aquellos países donde la deuda pública es baja, entre los que no se encuentra España, aprovechen las bajas tasas de interés para realizar más inversiones públicas. Alemania podría hacerlo. La combinación de los tipos de interés bajos, un estímulo fiscal coordinado y algunas reformas estructurales puede revertir la tendencia a la baja en la zona del euro. La alternativa, la pasividad ante estas amenazas de estancamiento, puede pasar facturas adicionales en términos de bienestar de los ciudadanos y de su propia identificación con el necesario fortalecimiento del proyecto europeo.
