Lasala anima al "deseo de encontrar, aunque no sepas qué", en su última novela

Su libro 'La última heredera' tiene como hilo conductor el legado de Alejandro Magno y las siete maravillas de la antigüedad.

'La última heredera'
Lasala anima al "deseo de encontrar, aunque no sepas qué", en su última novela

La escritora zaragozana Magdalena Lasala invita a indagar en el "deseo de encontrar, aunque no sepas qué, aunque no sepas cómo, aunque no sepas dónde está" en su última novela, 'La última heredera', con el legado de Alejandro Magno y las siete maravillas de la antigüedad como hilo conductor.


En esta novela de "aventuras trepidantes", como la define en una entrevista, la recientemente galardonada con el premio de las Letras Aragonesas 2014 propone un "viaje iniciático" de recuperación del legado de una cultura ancestral que, a través de sus protagonistas, Hiram y Duanna, traslada al propio lector.


Esa cultura, ese saber ancestral, puramente sensorial que los protagonistas tienen como misión recuperar y guardar para la posteridad en la ciudad de Petra, aún por construir, es la de la ciencia de la 'Gran Madre', la vía con la que los habitantes de aquellos pueblos mediterráneos buscaban las respuestas a las eternas preguntas del ser humano: "cómo luchar contra la muerte, la resurrección o por qué el sol realiza su viaje hacia el inframundo y luego renace".


El príncipe Hiram, que tiene que abandonar su cómoda vida en el reino de los navateos, en el Mediterráneo oriental, al ser acusado de la muerte de su padre y recibir el mapa de Alejandro, que le guiará hacia el oráculo con el que podrá salvar a su pueblo y podrá legitimarse como heredero; y Duanna, la última sacerdotisa de Babel, en el papel de "la gran alumbradora", "la Gran Madre", su inspiración.


Así, Hiram se verá obligado a realizar ese "viaje iniciático", primero hacia el oeste, lo oscuro, porque primero ha de descender a las oscuridades de su ser antes de emprender rumbo al este, que simboliza la luz, el nacimiento del sol, cuenta la escritora.


Los protagonistas de las aventuras, explica Lasala, "no se han planteado ni siquiera una búsqueda", sino que se ven "forzados" a hacer ese camino a través de las siete maravillas de la antigüedad -los Jardines Colgantes de Babilonia, el Coloso de Rodas, el Templo de Artemisa de Éfeso, la estatua de Zeus en Olimpia, el Faro de Alejandría y la Gran Pirámide de Gizeh- en el siglo I antes de Cristo, única época en la que por un breve espacio de tiempo coincidieron estas construcciones en pie.


Lo que van encontrando en su viaje es lo que le va dando sentido, lo que les va dando claves de sí mismos descendiendo a lo más profundo de su ser, como la vista al inframundo que hace el sol cada día, relata.


Además, vivirán una historia de amor apasionada a la que tendrán que renunciar porque su búsqueda es todavía más obligatoria, "un amor imposible pero inevitable" que ellos tienen que vivir, al que no pueden renunciar porque al final es el amor el que guarda "todos los secretos y todas las claves" del porqué de esos edificios.


Esos constructores de la antigüedad, insiste Lasala, desde el Antiguo Egipto se consideraban como magos, sagrados, dioses, por ser capaces de "traer a la luz de lo humano algo que previamente estaba en el pensamiento, en la idea o en la imaginación", algo que se relacionaba con la creación y con la madre.


El gran Alejandro Magno, aunque según la autora le hubiera gustado ser "ese mesías, ese elegido" que salvaguardara toda esa memoria para el mundo venidero, aparece como uno más de esos constructores, que "les va dejando miguitas de pan" a Hiram y Duanna.


"Al final, Hiram es el último gran constructor, pero sin la luz de Duanna no podría realizar esa construcción", mantiene Magdalena Lasala, al igual que la figura femenina inspiró de un modo u otro la creación de las siete maravillas.


La propia alma humana es otra de las grandes protagonistas de 'La última heredera', así como su lenguaje; un alma que "sigue siendo el motor de la existencia de lo humano" y cuyos lenguajes "luchan por volver a salir, aunque estemos desde hace mucho tiempo desconectados de ellos".


Para ello, cree que tendríamos que emprender "el viaje de la sinceridad, de la honestidad, de un cambio en la expresión de valores y de entender la generosidad del ser humano para con el ser humano", pero estamos todavía en la "negrura" y "deslumbrados por el desconcierto de esa oscuridad".


Por otro lado, la trama de 'La última heredera' se desarrolla en un contexto en el que un ya incipiente Imperio Romano busca erradicar todos esos cultos anteriores, crear una religión que se desarrolle al sol y no en ninguna cueva, sustituir los ritos que dan preponderancia a la maternidad o la creación por otros que dan la importancia a lo masculino.


"Encarnan ese hijo que se rebela a la madre, que quiere usurparle su poder creador", añade.


La historia, el "viaje" que presenta la escritora aragonesa es distinto al de anteriores novelas, pero no oculta que ha imprimido su propio sello personal, visible en el misticismo, el valor de lo femenino o su prosa poética.


Es algo que "ni se puede evitar, ni lo quiero evitar", reconoce, con el añadido de que es el reflejo de su propio viaje iniciático, que explica que comenzó cuando tenía apenas siete años y su padre le contó la historia de las maravillas del mundo antiguo y que ha venido realizando sin saber siquiera que lo emprendía, por lo que ahí sale su yo "más auténtico, más generoso, más honesto".


Además, define su forma de escribir como una forma de entregarse "desde la entraña", de vaciarse, de ahí también lo esencial de la figura femenina, cuyo papel no se cansa de reivindicar a lo largo de toda su obra.

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