JOSE GIRL: "Pienso cada foto como una obra única que podría ser un cuadro"

Josefa Gómez (Zaragoza, 1977) adoptó muy pronto su nombre artístico. Expone 
una docena de obras en Bantierra: ‘Misfits’, inadaptados. Se ha especializado en la música y vive en Los Ángeles

Autorretrato de la fotógrafa Jose Girl.
JOSE GIRL: "Pienso cada foto como una obra única que podría ser un cuadro"
Jose Girl

Leo que de niña fue contorsionista. ¿Qué hay de ello?

Procedo de una familia de circo, sobre todo por parte de madre. La de mi padre era una familia convencional de Castilla la Mancha- Él desde muy joven tenía pasión por el mundo del trapecio y se marchó a Madrid a trabajar y a entrenar en un gimnasio, hasta que se unió a un circo y así conoció a mi madre. He vivido en ese ambiente hasta casi los 7 años, cada día en una ciudad, actuando para la gente de los pueblos. Desde muy niña aprendí y actué como contorsionista en el circo familiar. Era uno de esos circos de antes, de titiriteros, cómicos y gimnastas, con producción muy rústica. Con nada de dinero y mucha pasión. 


¿Cómo dio el paso hacia la fotografía? 

Fue cuando cursaba lo que era EGB. Tenía una cámara malísima, compacta, y salía a tomar fotos por mi barrio, el Arrabal de Zaragoza. Cuando fui al instituto me prestaron una réflex por unos días y me apasionó. Decidí que no quería hacer COU ni ir a la universidad porque no había ninguna carrera que a mi parecer me ofreciera lo que buscaba, así que hice ciclos formativos de imagen y comencé mi autoformación. 


¿Qué rescataría de esos años de formación, qué le interesaba? 

La gente a la que le interesaba mucho la música y el audiovisual, disfrutábamos creando y nos dejaban. Hice muchos buenos amigos en esos años de cursos, tanto en Zaragoza como en Valencia. 


En sus fotos hay algo inquietante casi siempre, una fuerza oscura.... ¿Es una búsqueda deliberada o está ahí y lo encuentra? 

Es deliberada desde el momento en que es lo que a mí me interesa. Supongo que cada uno encuentra lo que busca a la hora de hacer una foto. El que busca luz, la encuentra, y el que busca un lado oscuro, también, porque en todo lo que vemos hay de los dos. Dos personas con dos puntos de vista artísticos opuestos fotografiando una misma escena da como resultado imágenes bien distintas. 


Ha hecho varias series de música y varios libros. ¿Qué halla la fotógrafa en la música? 

La música forma parte de mi vida. La fotografía también. Fusionar ambas es para mí un auténtico disfrute. Mirar a los músicos, cómo se mueven, cómo entran en trance encima de un escenario y poder plasmarlo a tu manera es para mí una forma de estar también en el escenario, de participar de los ‘shows’ de otros. Entras en tu propio trance. Es un tipo de fotografía muy libre a diferencia de la de encargo, de catálogo o de moda, eres libre de interpretar lo que ocurre allá arriba a tu manera. Eso es muy excitante. 


Viendo sus series de Nacho Vegas, de Leiva o de Bunbury, su compañero, tengo la sensación de que explora un retrato muy expresivo y a la vez realiza una obra muy narrativa de personas no sé si complejas o con una desazón existencial... 

Los compositores son seres sensibles y frágiles. La de músico es una profesión expresiva, narrativa e inestable. No es fácil estar ahí arriba, ofreciéndote cada noche a un público, transmitirle los sentimientos que han ido a buscar y cumplir siempre con sus expectativas. Para mí eso es vivir en una auténtica cuerda floja. 


En la exposición de Bantierra, se percibe también una cierta atracción por los marginados. ¿Es azarosa o es buscada? 

La exposición se llama ‘Misfits’, que viene a ser ‘inadaptados’. La atracción no es azarosa ni tampoco buscada. Inconscientemente, es lo que a mí me interesa cuando estoy detrás de una cámara y cuando no, también. Algunas de esas personas son amigos míos, otras las he encontrado en mis viajes, y todos tienen ese lado ‘misfit’ que me interesa. Yo misma podría estar en una de esas imágenes. No son marginados, son diferentes. 


¿Qué le interesa del mundo del boxeo y la lucha libre, tan frágil y teatral como grotesco? 

Lo teatral es algo muy atractivo para un fotógrafo, es algo que alimenta nuestra creatividad. Si además le añadimos el aspecto barrial y popular de la lucha libre y el boxeo es cuando a mí más me atrae. Las imágenes son crudas, nada posadas porque ese mundo es así. Posee para mí un glamur ‘underground’ que forma parte de cómo veo las cosas. 


¿Qué busca Jose Girl con sus retratos? 

Busco el gesto entre los gestos, la mirada entre las miradas, ese gesto y esa mirada que casi nadie muestra al posar, sino que pasan fugazmente cuando no se posa, cuando uno no se siente vulnerable ante una cámara. 


Ha hecho una serie que se titula ‘Erótica’ con bastantes objetos en los cuerpos. ¿Es fetichismo o una alusión a los obstáculos del amor? 

Las dos cosas. El fetichismo al cuerpo, sobre todo al cuerpo femenino, y la alusión al amor. Es una manera de mirar el erotismo más ‘punk’ y menos bella o literalmente sexual. El amor, el desamor, los obstáculos y lo complicado de todo ello están presentes en las escenas de ‘Erótica’. 


¿Cuál sería la impregnación de México en su obra? A veces, viendo su trabajo y su web, he pensado en Manuel Álvarez Bravo... 

México es uno de los países que más he visitado en mi vida y es inevitable, y además un placer, decir que hay en mis fotografías mucho de México y de cómo he aprendido a mirar allí. Manuel Álvarez fue un maestro para todos, el más grande de Latinoamérica y sus obras estuvieron muy influenciadas por el arte pictórico, cosa que a mí me interesa mucho y aplico en la edición de las imágenes. Me gusta pensar en cada fotografía como obra única que podría ser un cuadro. 


¿Cómo se alimentan y se interfieren las creaciones de Enrique Bunbury y las de Jose Girl? 

Enrique y yo llevamos muchos años creando juntos. Desde el principio se dio como algo natural y emocionante y disfrutamos mucho haciéndolo. Tanto en las creaciones conjuntas como en las de cada uno siempre está presente un poco del otro.