Las estrellas, al alcance de unos ojos despiertos

El verano es un buen momento para iniciar a los más pequeños en el apasionante mundo de las constelaciones

Un grupo de jóvenes, en el Planetario de Huesca.
Las estrellas, al alcance de unos ojos despiertos
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La astronomía nació casi al mismo tiempo que la humanidad. Nuestros antepasados más primitivos ya se maravillaban con el espectáculo que ofrecía el firmamento y los fenómenos que observaban y, ante la imposibilidad de encontrarles una explicación, los asociaban con la magia. De esta manera, explicaban muchos de los fenómenos que ocurrían en la tierra. 


Miles de años después, la pasión por el cielo sigue viva y son miles las personas que aprovechan las noches de verano para familiarizarse son las estrellas, planetas y el resto de constelaciones. Una afición que merece la pena descubrir desde niños, a partir de los seis años, momento en el que en el colegio les empiezan a enseñar principios básicos, como las estaciones del año o las fases de la luna. 


Para conseguir que los más pequeños se interesen por este tema los expertos insisten en que lo más importante es «ponerte a su altura y no al revés. Hay que tratar el cielo como si jugásemos con él, dibujando  mariposas (Orión), toros (Tauro), perros...», apunta Javier Martín, presidente de la Sociedad Astronómica de Zaragoza (SAZ).


Una vez metido el gusanillo en el cuerpo llega el momento de saber dónde, cómo y cuándo se puede disfrutar de una buena observación astronómica. Desde la SAZ (www.astronomicadezaragoza.com) insisten en la necesidad de empezar a observar la bóveda celeste a simple vista. «Es sorprendente la cantidad de cosas que se ven en el cielo nocturno, o incluso diurno, y que nadie se para a mirar hasta que no se lo indicas. Este primer paso te ayuda a ubicar objetos clave, que luego podremos ver mejor con prismáticos», asegura Martín. 


Por el contrario, según apunta Martín, el telescopio solo es recomendable cuando ya conoces bastante bien el cielo. «Si no sabes dónde está lo que buscas, difícilmente lo encontrarás con un telescopio». 


La ubicación es otro de los aspectos que hay que tener en cuenta a la hora de disfrutar de los tesoros del firmamento. Así, es importante encontrar un lugar donde no haya exceso de contaminación lumínica. Otros aspectos, como la altitud y la humedad del ambiente también influyen en la observación. 


«Si lo que vamos a observar está en nuestro sistema solar, luna, planetas, cometas… nosotros solemos montar telescopios en el parque Torreramona, ya que no se precisa de cielos muy oscuros. Por el contrario, si nos decantamos por objetos  lejanos en nuestra galaxia, como  cúmulos, nebulosas o incluso otras galaxias que no sean la nuestra, entonces hay que irse más lejos. Torrecilla de Valmadrid es una opción cercana, aunque su cielo ya se ve bastante contaminado lumínicamente. Un poco más lejos, Monegrillo es una excelente opción», aconseja Martín.


Y por último, un detalle fundamental: siempre que sea posible, hay que ir acompañado de alguien que nos pueda enseñar, porque se disfruta mucho más de la observación.