Lanzamiento de saco, el furor de este verano

Un juego de antaño se ha hecho imprescindible en fiestas y semanas culturales de municipios turolenses. Hombres y mujeres intentan batir los récords conseguidos en otros pueblos

Una vecina de El Vallecillo –en la sierra de Albarracín– demuestra su fuerza y destreza en el lanzamiento de saco ante la mirada del público.
Lanzamiento de saco, el furor de este verano
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Lejos de caer en el olvido por el paso del tiempo, los juegos tradicionales aragoneses están cobrando cada vez más protagonismo en las fiestas patronales y semanas culturales que organizan los distintos municipios de la provincia de Teruel. Y uno de ellos, el lanzamiento de saco en altura, también conocido como ‘saco al granero’, está haciendo auténtico furor este verano. 


Así lo afirman los responsables de la asociación cultural de juegos tradicionales aragoneses El Barrón-Caja Rural de Teruel, quienes señalan que muchos vecinos de pequeñas localidades les piden expresamente que organicen competiciones, no ya entre habitantes, sino entre pueblos, como si de unas olimpiadas se tratara.


En lo que llevamos de verano, más de 250 personas han querido probar su fuerza y habilidad con el lanzamiento de saco. El juego ha sido un éxito en todos los pueblos en los que se ha celebrado,  como Frías de Albarracín, Azaila, Torrelacárcel, Oliete, El Castellar o El Vallecillo, entre otros. Ha sido en este último municipio, con apenas 40 vecinos en invierno  pero muchos más en julio y agosto, donde se han conseguido las mejores marcas, si bien obtenidas mayoritariamente por veraneantes valencianos y catalanes. Sea como fuere, en esta pequeña localidad de la Sierra de Albarracín   los sacos ‘vuelan’ por encima de los tres metros de altura.


El pique entre contendientes está asegurado. Durante el juego, los participantes suelen dejar muy claro cuál es su lugar de residencia, casi siempre Zaragoza, Valencia y Cataluña, con lo que la competición gana en emoción y rivalidad territorial, según indica el portavoz de la asociación El Barrón, Jorge Moradell. 


Dejando a un lado la procedencia de los participantes, hombres y mujeres de todas las edades están intentando batir los récords conseguidos en otros pueblos. La afición surgida por el lanzamiento de sacos ha llevado a Caja Rural de Teruel a plantearse la posibilidad de convocar algún certamen provincial que sirva para medir las fuerzas de contendientes de toda la provincia.Superar la altura de un travesaño

El juego consiste en lanzar el saco y que este logre rebasar una barra situada a cierta altura sobre el suelo. Los competidores tienen un número limitado de intentos para superar el listón. Aquellos que lo consiguen se van clasificando para pruebas en las que el travesaño va ganando altura. El ganador es aquel capaz de elevar el saco más alto que nadie. 


Para los hombres, el saco pesa algo más de una arroba –15 kilos– y para las mujeres, media arroba –7 kilos–. Son sacos reforzados y con unos asideros para facilitar su agarre. «La técnica de lanzamiento en altura es libre, si bien los jugadores suelen rentabilizar  el esfuerzo balanceando el saco asido con las dos manos», explica Moradell, quien, como otros socios de El Barrón, ha recorrido media provincia este verano llenando huecos de los programas de fiestas de los municipios con la celebración de juegos tradicionales aragoneses.


El lanzamiento de saco, como otros juegos ancestrales del mundo rural, se inspira en una actividad agrícola cotidiana que tenía lugar al final de la cosecha y que consistía en llenar los altillos de los graneros con los sacos del cereal recién recolectado. Antaño,  esta destreza y fuerza necesarias para arrojar los sacos daba pie a continuas apuestas y envites. Hoy es un divertimento en alza que no puede faltar en las plazas de los pueblos, las eras o las choperas ribereñas, durante las fiestas patronales veraniegas.


En la conservación y redifusión del ‘saco al granero’ ha tenido mucho que ver El Barrón, que lleva más de 10 años organizando campeonatos para dar a conocer este y otros juegos aragoneses con los que la población se divertía cuando no existía la televisión.