El encalado de la ermita de Rasal oculta pinturas medievales de una Trinidad

Los alumnos de la escuela de restauración llevan tres semanas trabajando en el ábside del templo para fijarlas, y en las catas realizadas en el muro también han detectado restos

El encalado escondía una Trinidad, la primera vez que aparece en una pintura mural medieval aragonesa. Podría ser gótica.
El encalado de la ermita de Rasal oculta pinturas medievales de una Trinidad

El encalado del ábside de la ermita de Rasal (Las Peñas de Riglos) ocultaba una singular representación de la Trinidad, la primera que aparece en una pintura mural medieval en Aragón. El altar de piedra escondía sorpresas: cinco lipsanotecas en su interior, pequeñas cajas de madera que suelen depositarse en el momento de la consagración de la iglesia. Bajo los muros de la nave también se guarecen murales y el pavimento del suelo parece ser el original. Estos son algunos de los secretos descubiertos por los alumnos de la Escuela Superior de Restauración de Bienes Culturales de Aragón. Los huesos hallados en las inmediaciones les hacen pensar que San Juan Bautista podría ser algo más que un pequeño templo y que en torno a él hubiera una necrópolis.


Los trabajos, que se llevan a cabo gracias a un convenio entre la Asociación de Amigos del Románico y el Gobierno aragonés, arrancaron hace tres semanas. El objetivo era recuperar las pinturas ocultas en el ábside que se descubrieron tras el desprendimiento de algunos fragmentos y que, en un principio, parecían un Pantocrator.


Pero el meticuloso trabajo de los diez alumnos de la Escuela de Restauración de Huesca y de sus profesores ha descubierto una Trinidad presentada como ‘Trono de Gracia’ inscrita dentro de una mandorla y rodeada de los cuatro evangelistas (Tetramorfos). «Los expertos deberán investigarlo, pero todo apunta a que se trata de pinturas posteriores a la época que se había creído, por la forma de las figuras,ya no románicas sino góticas», adelantó la consejera de Cultura del Gobierno de Aragón, Dolores Serrat, que ayer giró una visita al templo.


Guillermo Torres, el profesor de la Escuela, especificó que el hallazgo es importantísimo no solo por su antigüedad, sino también porque las pinturas apenas han sido alteradas, solo están cubiertas con revestimientos de mortero, lo que permitirá realizar un estudio «integral». Describió cómo de la iconografía, aunque todavía se ve de forma fragmentaria, se puede decir que se trata de una Trinidad de Dios padre con el hijo crucificado en el regazo y el Espíritu Santo. Pero hizo hincapié, sobre todo, en los detalles sobre las técnicas de ejecución que de ellas se desprenden. «La pintura medieval es poco conocida y esta es una oportunidad excepcional, no tiene contaminación, pueden verse los pigmentos –añadió– e incluso qué espátulas utilizaban». El hallazgo de trazas azules también les ha sorprendido: «Es un tesoro porque el color se consigue con el lapislázuli, que era más caro que el oro y que se degradaba fácilmente».


Pero las pinturas en la cabecera de la ermita no son las únicas. En las catas de inspección hechas de forma aleatoria en el muro han detectado también en los lienzos del muro, si bien solo quedan rastros y mal conservados.


La planificación de la escuela para recuperar las pinturas se prolongará dos campañas más. El objetivo es «conservar cuidadosamente lo que queda de las pinturas murales para conocer la historia», comentó Torres. «No se trata de recuperar el esplendor que tuvieron en su día», advirtió.


Además, han descubierto en esta primera actuación cinco lipsanotecas ocultas en el interior del altar de piedra. Son pequeñas cajas de madera que se depositan en la consagración y en cuyo interior se guarda una reliquia junto al pergamino con los datos sobre quién consagra el templo o qué santo se dedica. Que haya tantas es poco frecuente y, según las teorías que barajan, puede deberse a sucesivas consagraciones, a que hubiera diferentes altares o a que se trasladaran allí desde antiguos edificios religiosos abandonados. Una de ellas, además, tiene una inscripción y otra guarda restos de tejido atrapados en la tapa. Están depositadas en el Museo de Huesca para su estudio.