La identidad marina

El fondo marino y sus criaturas, reflejo de un mundo todavía desconocido, activan la imaginación. La animada ‘Ruby. Aventuras de una kraken adolescente’ juega con la descripción de uno de esos monstruos al señalar que poco tiene que ver con las temibles leyendas. La protagonista es una joven que va al instituto como una chica más y que, al igual que su familia, oculta su condición no humana a los habitantes de una localidad costera.
El esfuerzo por aparentar normalidad y la figura del diferente desprenden una esencia clásica también manifestada en el aspecto clave de su premisa, el descubrimiento de la identidad a raíz de los cambios que trae la pubertad, fase aquí precipitada al entrar en el océano. La película de Kirk DeMicco, director de ‘Los Croods’, aplica este sugerente sustrato con sencillez y simpatía, cauce revestido de la vistosidad que aporta la plasmación. La inventiva y el nivel esperados en una producción DreamWorks están presentes en los diseños, los colores y en ideas como el atípico retrato ambiental de las profundidades.
El proceso de interiorización de la realidad personal que permanecía oculta, el aprendizaje respecto a los poderes y las vivencias en ese marco vertebran una narración en la que adquieren importancia las relaciones maternofiliales. Las decisiones que tomó la madre de Ruby hacen pensar en las mentiras y omisiones para proteger a los hijos, y las que atañeron a la abuela (la matriarca), en las actitudes que distancian.
La historia escenifica asimismo el miedo que las nuevas responsabilidades generan en la kraken gigante inexperta. Tampoco se pasa por alto el tema de la ingenuidad juvenil con algunas amistades, terreno determinado por el personaje secundario de la sirena, curioso por su modulación del arquetipo de la chica popular y por la burlona desmitificación de Ariel. El plan malévolo da lugar a una resolución atractiva dentro de la senda formularia.