Los descendientes del oscense Mariano Carderera sacan a la venta una obra atribuida a Goya

Se trata de una aguada que representa un ‘Aquelarre’ y que solo se ha expuesto una vez al público

'Aquelarre', aguada de Goya de 44,8 por 30,2 centímetros, atribuida a Goya.
'Aquelarre', aguada de Goya de 44,8 por 30,2 centímetros, atribuida a Goya.
Heraldo.es

Los descendientes del arquitecto e ingeniero de caminos aragonés Mariano Carderera y Ponzán (Huesca, 1846-Villagarcía de Arousa, 1916) han acordado poner a la venta una obra de arte que atesora la familia, una aguada de 44,8 por 30,2 centímetros y que está atribuida a Goya. De ella apenas existe bibliografía, entre otras razones porque solo se ha exhibido una vez al público, en la muestra ‘Goya en Ponce’, celebrada en Puerto Rico en 1995. La exposición, celebrada en el Museo de Arte de Ponce, estuvo comisariada por María Luisa Cancela, del Museo de Zaragoza; y René Taylor, del Museo de Arte de Ponce; y estaba mayoritariamente formada por obras procedentes de la pinacoteca aragonesa, aunque había piezas del Metropolitan de Nueva York y de alguna colección privada.

La pieza está en Estados Unidos y sus propietarios, siete primos hermanos, todos ellos descendientes directos de Mariano Carderera, van a encargar estudios y peritaciones antes de sacarla definitivamente al mercado.

La historia de este dibujo es apasionante como una novela de acción. Mariano Carderera y Ponzán solo tuvo una hija, Mariana, que se casó con José Sicardo Jiménez-Córdoba. "Cuando estalló la guerra civil lo enviaron primero a Almería y luego a Alicante, donde fue comandante militar del bando republicano", relata Isabel Colón Sicardo, nieta del teniente coronel. Cuando la familia abandonó su vivienda en la calle de Moreto, 1, de Madrid, de su importante colección de arte Mariana Carderera se llevó un par de obras, entre ellas la aguada del ‘Aquelarre’. Nunca regresaron a su domicilio.

"Ya en Alicante, cuando la guerra se vio perdida para el bando republicano, un amigo de mi abuelo, que era ejecutivo de Air France, le dijo: 'os he reservado cinco asientos en este avión a Burdeos. Subiros a él y marcharos porque tu vida corre peligro. Y se fueron, el matrimonio y sus tres hijas, con solo 50 francos en el bolsillo. Instalados en Francia, mi abuelo viajó a París para hablar con el agregado militar de la embajada de Estados Unidos. Como había nacido en Puerto Rico (en tiempos en los que aún era colonia española) consiguió que le dieran la ‘green card’, la residencia permanente, y la familia se desplazó allí". El matrimonio y sus tres hijas embarcaron en el puerto de Le Havre y, tras un breve paso por Reino Unido, acabaron todos en Puerto Rico y Estados Unidos. Sicardo aún regresaría a España (murió en Madrid en 1965) pero no recuperó lo que tenía en su casa de Madrid, una valiosa colección de obras de arte que había atesorado la familia a lo largo de los años. "A mi abuelo se lo quitaron absolutamente todo. Sabemos que la colección se la llevaron a lo que entonces era el Museo Nacional de Arte Moderno. Y luego se repartió».

El caso de la colección Sicardo-Carderera es uno de más importantes que analizó hace un par de años el historiador Arturo Colorado en ‘Arte y botín de guerra’ (Cátedra), un libro en el que documentaba cómo las autoridades franquistas, una vez ganada la contienda, manejaron un fondo de 17.000 obras de arte que habían sido tuteladas por los republicanos e incautadas posteriormente por el bando ganador, o directamente expoliadas a los perdedores. La mitad de esa cifra acabó redistribuida, según Arturo Colorado, y el método para demostrar la propiedad de un bien a veces se reducía simplemente a prestar juramento por parte de quien lo reclamaba.

En el domicilio del militar había también una importante biblioteca, con fondo antiguo. De algunas obras de arte, gracias a la información que se ha ido reuniendo a lo largo de los años, se ha logrado averiguar su paradero.

"Todos los cuadros de la colección llevaban un letrero por detrás con el nombre de José Sicardo –añade Isabel Colón–. Sabemos de algunos cuadros que han acabado en instituciones oficiales en Madrid, pero otros terminaron en casas de militares y aristócratas".

Dentro de las que han salido a la luz, destacan, por ejemplo, seis pinturas firmadas por ‘G. Colombo’: una está actualmente en la sede del Ministerio de Hacienda de la capital de España y las otras cinco han sido localizadas en el Museo Catedralicio de Segorbe.

Los descendientes de José Sicardo recurrieron hace unos años al despacho de Ramón y Cajal Abogados para ver el modo de recuperar sus obras de arte, pero de momento la reclamación no ha prosperado. Esperan que lleguen cambios legislativos que faciliten la devolución.

Arquitecto, ingeniero, experto en ferrocarril

El apellido Carderera ha dado a Huesca varios hijos ilustres. El más conocido, sin duda, es Valentín Carderera y Solano (Huesca, 1796-Madrid, 1880), artista, erudito y coleccionista, que llegó a ser pintor de cámara de la reina Isabel II. Reunió una importante colección de dibujos y grabados de Francisco de Goya, que en su mayor parte se conservan hoy en el Prado.

Mariano Carderera y Potó (Huesca, 1816-Madrid, 15 de enero de 1893) fue un pedagogo que llegó a desempeñar el cargo de secretario del Consejo Real de Instrucción Pública. Su hijo, Mariano Carderera y Ponzán (Huesca, 1846-1916), fue a un tiempo ingeniero y arquitecto. Como ingeniero, proyectó los ferrocarriles de Zafra a Huelva, una sección del de Madrid a Burgos y numerosos puentes y viaductos ferroviarios en toda España, como el de Pontevedra. Sus descendientes son los que ponen ahora a la venta el 'Aquelarre' de Goya.

Como arquitecto, fue responsable de numerosos edificios en la capital de España. Pueden citarse el antiguo edificio de la Escuela de Ingenieros de Caminos, de la que era profesor; la fachada del Casón del Buen Retiro, hoy integrada en el Museo del Prado; y el palacio de Adanero.

Tuvo también cargos y encomiendas públicos. Fue el enviado español a la inauguración del ferrocarril del Congo y asistió al VI Congreso Internacional de Ferrocarriles, que se celebró en París simultáneamente a la Exposición Universal de 1900.

Fue profesor de Arquitectura y Dibujo en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, de la que llegaría a ser director. Escribió el libro ‘Taquimetría’ y dejó inéditos un volumen sobre arquitectura y otro sobre topografía. 

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