Los estudios siempre están atentos a los nuevos nombres que surgen en el cauce del terror. Rob Savage despuntó con ‘Host’ (2020), hábil e inquietante obra alusiva a la coyuntura del confinamiento (se rodó en la intensidad inicial de la pandemia) que mostraba el fatal error de hacer una sesión de espiritismo vía videollamada. Tras firmar ‘Dashcam’, en la que siguió explorando las formas relacionadas con los tiempos digitales, el director fue elegido para tomar y ampliar un relato corto de Stephen King. ‘The Boogeyman’ conecta con el miedo profundo que genera en la etapa infantil la oscuridad instalada a la hora de dormir. Un escalofrío proyectado en figuras monstruosas y muy presente en el cine, sin ir más lejos en los numerosos filmes con el mismo título. Aunque podría haber llevado la tensión y la sugestión bastante más allá, Savage ofrece una plasmación efectiva y entretenida y un tratamiento emocional convincente, aspectos que propician que la raíz y la estructura, convencionales, no jueguen en contra.

La historia parte del impacto fijado en una familia por la muerte de la madre. La base dramática pesa más de la cuenta en algún momento y el interés corre riesgo de rebajarse, si bien la implicación permanece por la descripción del estado de la hija adolescente (buena interpretación de Sophie Thatcher) y por la clásica circunstancia de que el mal aprovecha el dolor y la pérdida. Que el padre prefiera no hablar se adscribe a lo transitado, pero trae la significativa paradoja de que es terapeuta.

Savage sabe llevar la mirada del espectador a los espacios de sombra así como manejar las escenas en las que la criatura atormenta a la hermana pequeña (destaca la del sofá). Su articulación deja detalles, modulaciones y pasajes como las incursiones de la protagonista en la casa de la mujer perturbada. Por mucho que responda a lo previsible, el vistoso tramo del clímax activa resortes que gustan.