ARTES Y LETRAS. FARÁNDULA ILUSTRADA

Cajas de lata para hilos, vinilos y poesías

La mirada del coleccionista de las pequeñas cosas que evocan la amistad, la literatura y los secretos de la existencia y sus misterios

Esas latas de membrillo donde cabe todo, hasta los recuerdos.
Esas latas de membrillo donde cabe todo, hasta los recuerdos.
Luis Rabanaque.

Soy fan de las cajas de lata. Compro cantidades muy por encima de mis necesidades y solo en mi salón ya hay varias decenas. Muchas son de Cola Cao, de aquellas que proponían un uso en su rotulito: fotos, alubias, botiquín... En varias de ellas guardo miles de postales. En otras, más grandes, tengo colocados unos cientos de singles de vinilo. Una que fue de caramelos guarda papelitos de mi viaje de estudios a Lisboa en el 80. En una de tabaco de pipa guardo canicas, en otra de galletas, relojes. Entradas de cine, cromos, posavasos... En fin, que como se puede ir viendo, el marrón que le voy a dejar a mi hija cuando pliegue la servilleta es de aúpa.

Y es que ya en mi infancia la caja de lata gustaba en casa. Y conservo buena parte de ellas. Algunas de pastillas contra la tos pertenecieron a mi padre y ahí guardaba mi amado cocreador complementos para sus tareas domésticas. Tornillos en una, tuercas en otra, clavos en una tercera... Estas se las regalaron, creo yo, porque no recuerdo a mi padre tosiendo tanto cuando yo era chiquillo. Del mismo modo que no recuerdo haber comido tanta carne de membrillo en mi infancia como para tener tantas cajas de este dulce. No me hace falta mirarles la matrícula, sé que la mayoría procedían de Puente Genil, el pueblo al que llegó la luz eléctrica justo después de Barcelona. Subcampeones nacionales en luz, 1889. 

Pero no nos despistemos, sigamos con las cajas. A algunas les poníamos nombre según su uso. Estaba "la caja de los hilos" que contenía carretes, agujas, tijeras. "La caja de los zapatos", con sus cepillos y betunes. Otra lata, de bombones, era "la del ganchillo". Y prácticamente todas ellas se organizaban en algo parecido a una gran caja: un armario empotrado en el "cuarto del medio". En mi casa éramos de ponerle nombre a todo.

No era la intención inicial, pero toda esta historia de latas, hilos, fotos y tornillos, me ha llevado a nombrar a Laura, cómo no, la compañera que sigue rodando una película en un lugar indeterminado del sistema solar.
Tres cajas de personajes y grupos bastante conocidos: Más Birras, Serrat y Jane Birkin.
Tres cajas de personajes y grupos bastante conocidos: Más Birras, Serrat y Jane Birkin.
Luis Rabanaque.

Algunas cajas de mi infancia, pocas, no eran de lata. "La caja de las fotos" era de cartón y madera, de polvorones de Estepa, con un paisaje nevado en la tapa. "La caja de los botones" era, es, de cartón verde y con el rótulo de Singer en la parte superior. Ahí metía yo la mano, como Amélie Poulain en el saco de lentejas, y me daba mucho gusto. Con los ojos cerrados removía entre los botones y murmuraba "azul-azul-azul...". Sacaba la mano, la abría y si el botón recogido era de ese color solo quedaba esperar cosas buenas del día. En cajas de deportivas guardo mis cochecitos, un belén que hice con arcilla... Las cajas, por lo que sea, siempre me han gustado. Quizás colecciono tantas cosas por meterlas finalmente en cajas bonitas, podría ser.

Hace años conocí un poema precioso que lleva precisamente ese título, 'Cajas'. Cuenta que toda nuestra vida está organizada en cajas, que nos dejan en una al nacer y finalmente en otra al marchar. Y entretanto, cajas y más cajas en las que no siempre encajamos. Escrito por el gran Ángel Guinda no me llegó curiosamente por medio de la lectura, sino escuchándolo. Fue en una 'Noche de las letras vivientes' y en la voz de mi querida Laura Gómez-Lacueva (Peralta). A su lado, José Luis Esteban e Ingrid Magrinyà y al piano, el maestro López Coscolla, enormes todos ellos.

No era la intención inicial, pero toda esta historia de latas, hilos, fotos y tornillos, me ha llevado a nombrar a Laura, cómo no, la compañera que sigue rodando una película en un lugar indeterminado del sistema solar. Porque ese, y no otro, es el motivo por el que no nos vemos desde hace dos meses.

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