Un profesor aragonés, clave en el estudio del manuscrito de Maimónides de Cambridge

Alberto Montaner, de la Universidad de Zaragoza, ha analizado las palabras en romance del documento, que ofrece aún numerosos interrogantes

Alberto Montaner y José Martínez Delgado, trabajando sobre el manuscrito en la biblioteca de la Universidad de Cambridge. ganna goncharova
Alberto Montaner y José Martínez Delgado, trabajando sobre el manuscrito en la biblioteca de la Universidad de Cambridge. ganna goncharova
Ganna Goncharova

A veces la historia juega a lo imposible, y lo imposible sucede. Un día, seguramente en la segunda mitad del siglo XII, Maimónides, el médico, filósofo y astrónomo judío, necesitaba unas palabras para dar una clase o escribir un texto. Tomó apuntes en un papel, lo dobló apresuradamente y se puso a la tarea. Esa hoja efímera estaba destinada a desaparecer, pero un investigador de la Universidad de Granada, José Martínez Delgado, la acaba de encontrar en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge. La noticia ha dado la vuelta al mundo porque se trata de un texto inédito de Maimónides, el primero que se encuentra de él escrito en lengua romance y en judeo-árabe.

José Martínez Delgado, catedrático de la Universidad de Granada, publicará próximamente un artículo en la revista ‘Sefarad’ del CSIC, en el que dará cuenta por extenso del hallazgo. Lo firma junto a Alberto Montaner, de la Universidad de Zaragoza; y Amir Ashur, de la Universidad de Haifa.

El aragonés Alberto Montaner ha sido clave en el desarrollo de la investigación. "José Martínez Delgado está de año sabático en la Universidad de Cambridge investigando materiales lexicográficos de origen andalusí de la Guenizá de El Cairo. Una guenizá es un depósito donde las sinagogas almacenan manuscritos deteriorados u obsoletos, y en el siglo XIX se descubrió una en El Cairo con miles de manuscritos olvidados. En uno de los papeles que revisó vio una caligrafía que le resultaba familiar, sospechó que se trataba de un manuscrito de Maimónides, le tomó fotografías y se las envió a Amir Ashur, que es especialista en el cordobés, y este confirmó su intuición".

El gusto y el olfato

El manuscrito no es inédito porque otro especialista israelí, Avihai Shivtiel, lo había dado a conocer en 2007, aunque desconociendo su autoría. El glosario presenta vocablos en judeo-árabe a los que luego se les añadió sus equivalencias en lengua romance. Los vocablos pueden estructurarse en cuatro categorías: colores, sabores y aromas, acciones y alimentos.

"A primera vista no se entiende bien el sentido que pudo tener esa hoja –señala Alberto Montaner–. La obra de Maimónines se conoce bien y no encaja en ninguno de sus textos".

La hoja manuscrita, con texto en ambas caras, es un glosario de palabras y fue escrita en el siglo XII.
Detalle de la hoja manuscrita, con texto en ambas caras, es un glosario de palabras y fue escrita en el siglo XII.
Universidad de Cambridge

La pieza tiene también un tono de urgencia: Maimónides debió tener prisa cuando escribió la parte judeo-árabe, porque dobló la hoja antes de que la tinta se secara y el texto se calcó de una parte a otra. Gracias a las fotografías en alta resolución se logró una transcripción fidedigna del texto original. Como curiosidad, se puede mencionar que la lista de sabores está elaborada en un concepto amplio, ya que incluye doce voces: dulce, amargo, salado, agrio, picante, astringente, insípido, grasiento, agradable, desagradable, buen olor y mal olor. Así, une dos sentidos, el gusto y el olfato.

Los dialectos italianos

Parece que las voces en judeo-árabe fueron escritas por el propio Maimónides, y las de lengua romance pueden ser suyas o de algún informante o colaborador. Quizá futuras investigaciones aporten más datos.

Pero el manuscrito guarda aún muchos misterios para los investigadores. "El problema con las voces romances es que algunas encajan en las formas andalusíes pero otras no –subraya Montaner–. Incluso las hay que coinciden con los dialectos italianos, sobre todo en la forma de los vocables femeninos y plurales".

La cuestión no es trivial, porque cuando Maimónides escribió el manuscrito, entre los años 1168 (fecha de su llegada a Egipto) y 1204 (año de su muerte), el romance andalusí se hallaba ya en vías de una imparable extinción, que culminó en el siglo XIII. Se sabe poco del filósofo y cualquier texto que aparezca aporta valiosísima información.

Los investigadores, durante su trabajo en la biblioteca de la Universidad de Cambridge.
Los investigadores, durante su trabajo en la biblioteca de la Universidad de Cambridge.
Ganna Goncharova

"Hemos logrado identificar todo el texto salvo un par de palabras, pero no hemos resuelto por completo el enigma –concluye Montaner–. Pero, por lo menos, al identificar esas formas italianas, no se van a adjudicar al romance andalusí y, por lo tanto, su caracterización no se va a distorsionar. El manuscrito nos confirma que Maimónides tenía intereses y conocimientos muy amplios, nos ofrece una faceta nueva de un personaje clave en la historia del pensamiento occidental".

Un filósofo influyente

Maimónides fue un filósofo y médico cordobés del siglo XII que ha ejercido una enorme influencia en la cultura judaica. Nacido en Córdoba en el año 1135, su juventud transcurrió de ciudad en ciudad, acosado por la persecución religiosa desatada por los almohades. Judío en tierras musulmanas, fue un erudito en ambas culturas. Establecido en El Cairo, fue médico del rey Saladino y, al parecer, trabajó también para Ricardo Corazón de León, en tierras árabes, durante la tercera cruzada.

En su juventud compuso poesías religiosas. Escribió libros de medicina como el ‘Tratado sobre los venenos y sus antídotos’ (1199), la ‘Guía de la buena salud’ (1198) y la ‘Explicación de las alteraciones’ (1200).

De tema talmúdico destacan su ‘Segunda ley’ (1168), en la que recopila las normas religiosas y jurídicas de la vida judía, y el ‘Libro de la elucidación’ (1180).

De contenido filosófico son su ‘Tratado sobre la resurrección de los muertos’ (1191); y, sobre todo, la ‘Guía de perplejos’ (1190), donde reunió buena parte de su pensamiento y concilió fe y razón. 

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