'Love Life': lo que trae la pérdida

La sencillez expositiva tiene algo de ‘magia’ en cuanto a su enorme capacidad para transmitir emociones y contar una historia. La de decir mucho con poco y con aparente facilidad, canalizando además la sensación de que los elementos introducidos en cada momento resultan idóneos, es una virtud que nunca se reconoce lo suficiente. ‘Love Life’ desprende esta esencia. La película japonesa, tras recordar que la tragedia siempre sobreviene, habla de la vida en el marco de la pérdida desgarradora y del sufrimiento del ser querido incidiendo en los cambios que la circunstancia trae a la etapa personal y familiar en la que se estaba. El director Kôji Fukada señala que el drama activa los aspectos que permanecían latentes o escondidos, perspectiva mediante la que articula una reflexión cargada de significado, la de que el dolor del presente lleva a mirar de nuevo al pasado, a la parte vital que se dejó atrás. El tratamiento y lo evocado motivan que se trate de una de esas obras que permiten incluir en el radar cinéfilo a un autor.

Reposar los primeros 25 minutos de relato constituye un ejercicio sugerente. En ellos Fukada concentra las claves del desarrollo, y no solo porque muestre el terrible suceso (plasmado con maestría). En este tramo anuncia con sutilidad que algo va a ocurrir con un personaje, describe lo que fluye en el ambiente cotidiano y apunta rasgos determinantes de la base sobre la que se construyó el matrimonio. Merece la pena tomar asimismo nota de los detalles del tendedor y del ‘amuleto’ colgado en el balcón, con importancia expresiva posterior.

Fukada brilla en la composición escénica, ya que el modo en que aparecen dispuestos los personajes refleja el estado de la relación y los respectivos procesos interiores. En términos de riqueza narrativa cabe mencionar por otro lado lo que aporta el hecho de que el reaparecido exmarido sea sordo y se comunique mediante lenguaje de signos.