Manuela Adamo: "Hay confusión entre lo que es tradicional y lo que no"

Ha organizado un curso sobre el uso político de la cultura y el folclore, en el que participan, jueves y viernes, especialistas españoles e italianos

Manuela Adamo, bailarina e investigadora del folclore.
Manuela Adamo, bailarina e investigadora del folclore.
Oliver Duch

Bailarina e historiadora, Manuela Adamo ha coordinado un curso que se abre hoy en la Institución Fernando el Católico (IFC) sobre ‘Usos políticos de la cultura y el folclore’ en España e Italia en el siglo XX. Para la IFC prepara una reedición crítica de ‘El dance aragonés’, de Arcadio Larrea; coordina para el Gobierno de Aragón un proyecto sobre las panbenditeras de Escatrón y sus homólogas sicilianas; y abrirá las ‘Noches mágicas’ de Huesca el 10 de julio con una conferencia sobre las danzas dionisiacas. En el ciclo que se abre este jueves participarán, además de Manuela Adamo, Cristina Cruces, Chus Tudelilla, Vincenzo Santoro, Maurizio Agamennone y Antonio Fanelli.

Era necesario un curso como este. 
Creo que sí, que había que abrir un espacio de reflexión sobre cómo la política ha usado la cultura tradicional y el folclore a lo largo del siglo XX. Este uso es algo muy propio de los regímenes totalitarios. El modelo, a mi juicio, lo marcó el fascismo italiano a partir de 1922.

Eso supone hablar de la Sección Femenina. 
El folclore, tal y como lo conocemos, es un legado recibido y, como tal, es necesario estudiar el qué y el cómo. Los Coros y Danzas de la Sección Femenina de Falange se ocuparon durante 40 años del folclore, lo revitalizaron, lo hicieron prácticamente todo. Buscando la autenticidad, fueron por los pueblos recogiendo todo tipo de tradiciones y manifestaciones.

Eso también se hizo en otros países.
Con matices. A diferencia de Alemania o Italia, aquí apenas intervenían en el proceso especialistas en folclore y cultura popular. Lo que recogía Coros y Danzas iba a Madrid dispuesto en fichas, que allí manejaban y trataban musicólogos, y todo se hacía con vistas a los concursos nacionales. Había condicionantes ideológicos: hasta 1957, por ejemplo, los hombres no pudieron bailar. Coros y Danzas, sobre todo a partir de la visita de Eva Perón a España en 1947, se convirtió en la cara amable del régimen de Franco en el exterior. Un año después, 150 jóvenes acompañadas por músicos viajaron a Argentina para presentar el folclore español. Y fue la apoteosis, en un momento en que España estaba aislada internacionalmente.

Cuando se habla de uso político del folclore, lo primero que se menciona es el flamenco.
Pero el flamenco va aparte, porque el régimen franquista lo instrumentalizó enfocado básicamente para atraer turismo.

¿Y la jota?
La jota también tiene un tipo propio de instrumentalización. A diferencia de otros bailes tradicionales, su imagen está muy vinculada a la religión. Zaragoza fue una de las primeras ciudades que se alineó con el bando de Franco cuando estalló la Guerra Civil. Y la identificación entre catolicismo y jota se fue consolidando a lo largo de los años, con hitos como la remodelación de la plaza del Pilar, en 1954, y, cuatro años después, con la primera Ofrenda. ¿Alguien puede imaginarse hoy una Ofrenda sin jotas? Es imposible. Esto no es ni bueno ni malo, es nuestra historia y tenemos que conocerla. Otros pilares en los que se ha basado la jota que hoy conocemos son el Certamen de las Fiestas del Pilar y la Escuela, que se creó en 1940 y a cuyos estudios Madrid dio la oficialidad tres años más tarde. 

¿Los concursos nacionales de Coros y Danzas acentuaron la configuración de una jota de escenario frente a la jota popular y tradicional? 
En buena parte, sí, obviamente. Alan Lomax viajó a España en 1952 y 1953, en condiciones difíciles porque el FBI había alertado de que era comunista y todo lo hacía vigilado por la Guardia Civil. Y aunque pudo recoger manifestaciones folclóricas puras, en sus memorias aseguraba que en Aragón se había encontrado con un folclore absolutamente instrumentalizado por Coros y Danzas. De aquí viajó a Italia y allí se encontró con un panorama distinto, porque a partir de 1945 la evolución había sido diferente. Todavía hoy existe mucha confusión entre lo que es tradicional y lo que no. Mucho de lo que se cree tradicional, incluso en indumentaria, no lo es. Es ‘escenario’. 

En indumentaria hace tiempo que se reivindica lo auténtico. Casi han desaparecido las medias de garbanzo.
Y los delantales de lentejuelas. Pero, ¿y los pololos? Es una prenda muy antigua, pero en el campo aragonés no era imprescindible, ni muy usada. Tradicional es, por ejemplo, todo lo que ha recogido Carolina Ibor en la provincia de Teruel, que no tiene nada que ver con el escenario y sí mucho con las celebraciones ancestrales y las manifestaciones genuinas de un sentir popular.

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