LITERATURA. OCIO Y CULTURA

Ayanta Barilli: “Mi padre ha sido para mí una luz absoluta y he escrito para él ‘Si no amaneciera’”

La escritora y periodista presentó su novela, el diálogo de un padre y una hija, en Ámbito Cultural y la escribió para Fernando Sánchez Dragó

Ayanta Barilli rinde un gran homenaje a su padre, Sánchez Dragó, y a la familia.
Ayanta Barilli rinde un gran homenaje a su padre, Sánchez Dragó, y a la familia.
Alejandro Martínez Vélez/E. Press

La escritora y periodista Ayanta Barilli (Roma, 1969) presentaba en Ámbito Cultural de El Corte Inglés su nueva novela, ‘Si no amaneciera’, la historia de un padre nonanegario, Manuel, frente a su hija, Anita. Los dos intentan contar, en capítulos alternos, su compleja relación, las pasiones de ambos, los éxodos, un recorrido de amor, dolor y ausencia.

¿Quién es usted?

Soy escritora. Lo que pasa es que he tardado tiempo pero siempre he estado pergeñando historias en la cabeza, pero he buscado varias maneras de expresarme. Cuando era pequeña, a través de la danza clásica; después con la intepretación. Estudié arte dramático...

¿Actuó mucho?

Mucho. Mucho. Hice varias series, películas, teatro, etc., durante diez o doce años. Luego seguí proyectando mi vida a través del periodismo, donde aún sigo, y finalmente a través de la escritura. Siempre pensé que iba a escribir, pero nunca lo hice porque para escribir novela, que es lo que siempre he querido, me faltaba vida.

¿Siempre quiso componer novelas?

Sí, sí, ficcion o autobiografía. Mi primer libro, ‘Un mar violeta oscuro’ es una autobiografía, y ‘Una mujer y dos gatos’ también. De hecho esta novela, ‘Si no amaneciera’ es mi primera novela de ficción.

¿Sí? Creo que se le encuentra a usted y a Fernando Sánchez Dragó. Y le diría que a algunos amores de su padre.

Lo que sucede también es que cuando sabes cosas del autor lo encuentras en cualquier sitio. Eso es así.

Pero, ¿no tenía en la cabeza que hubiese tantas conexiones autobiográficas?

No. Cuando empiezo a escribir no tengo un plan muy claro. Voy avanzando poco a poco; de hecho, cuando empecé a escribir ‘Si no amaneciera’ solo había un personaje, Manuel, el del padre. Era el personaje principal. Cuando llevaba unas cien páginas escritas me di cuenta que hacía falta el contrapunto de la hija, Anita. Y a partir de ahí fue alternando un capítulo el padre con un capítulo la hija, para que se convirtiera en una especie de diálogo. Tampoco tenía calculado, cuando empecé a escribir, que iban a ser 24 horas en las que se contaban cien años de historia de esta familia. Son cosas que han ido apareciendo. Hay algo que pertenece a un subconsciente, que está ahí, creo que hay un plan trazado dentro de mí, pero aflora según voy escribiendo, y cuando aflora todo tiene lógica, sentido, es como si me hubiera hecho un mapa.

Antes de dar el salto al libro, vamos a seguir indagando en usted. Quería escribir ficción, autobiografía, ¿básicamente esos géneros, no? Lo digo porque también hace diarios…

Me gusta mucho mezclar los géneros. ‘Un mar violeta oscuro’ es una novela autobiográfica en la que aparecen los diarios de las mujeres que son protagonistas, y es también un epistolario. Todos los géneros me interesan. Me gusta mucho el híbrido, la mezcla. ‘Una mujer y dos gatos’ empieza como una crónica más periodística, se convierte en un diario y al final se transforma en una novela. Adquiere una estructura novelesca.

Y en este libro, que ha escrito a partir del personaje Manuel, claro, aunque no supiéramos mucho de usted, podríamos haber dicho que es un poco su padre. ¿No?

El personaje es y no es mi padre. El conflicto es parecido en bastantes extremos con sus amores, sus viajes, su personalidad.

Por ejemplo, desaparece su propio padre también, periodista.

Eso tiene que ver, y eso resuena mucho en la biografía de mi padre Fernando Sánchez Dragó. Y resuena un poco trastocado. Pero yo quería regalarle este libro a mi padre. Lo llegó a leer en pruebas compaginadas diez días antes de su muerte. Y quería regalárselo porque llega un momento en la vida creo, cuando ya eres mayor o muy mayor, en el que las cosas que no se han resuelto, esos nudos con la familia y con el pasado, se convierten en algo que arrastras. En mi familia la desaparición de mi abuelo, el padre de mi padre, es uno de esos nudos y eso es algo muy común en España por nuestra propia historia.

Ayanta Barilli presentó su novela en Ámbito y recibió a la prensa en el Gran Hotel.
Ayanta Barilli presentó su novela en Ámbito y recibió a la prensa en el Gran Hotel.
A. C./Heraldo.

Pero no es solo esto, esto es lo más evidente…

Es cierto, sí. Hay muchísimas piedrecitas de este estilo, cosas que no conoce el lector, que no se ha dado cuenta, pero mi padre sí. Hay muchos guiños a él. Hay como un juego literario que le planteo. Y le digo: “Mira, esto es parecido a aquello que me contaste, pero le he ido dando mis giros. Y acaba de otra manera”. Hay una escena madre en este libro, y no quiero destripar, la del barco Semíramis, y es una escena realmente que sucedió en mi familia, pero ella, la protagonista nunca llegó a hacer un viaje previsto. No llegó a ir, y sé que ese era un dolor que tenía mi padre. Y la hago llegar allí.

Modifica el curso del destino.

Sí. Resuelvo los entuertos amasándolos. Quiero decir que convierto el pan, la masa madre, en roscón de Reyes. Pero al final hay muchos guiños que le iban a divertir y que le iban a aliviar.

"Teníamos otra relación, maravillosa, y jamás he querido entrar ahí. Hablábamos mucho de lo que escribíamos, de la trama, de la estructura, de cuestiones muy técnicas, y nos divertía mucho ese tipo de diálogo; cuando estás al principio, hablábamos de elegir la primera o la tercera persona…"

¿Qué le dijo? Sería el primer lector de su libro.

No. No. Jamás. Leía mis libros una vez publicados, no antes. Y lo leyó diez días antes de morir, como le digo. Yo tengo un lector, un amigo, y converso con él, Leo, que sabe mucho de literatura y que lee la primera versión de mis novelas antes de ir al editor. Y le hago caso, escucho con mucho detenimiento lo que me dice, y cuando me pone un pero o dos o tres, intento reescribirlos y mejorarlos. Por lo regular tiene razón.

Con lo que sabía su padre de libros, era un meticuloso y apasionado lector, ¿no le habrían servido de mucho sus consejos?

Teníamos otra relación, maravillosa, y jamás he querido entrar ahí. Hablábamos mucho de lo que escribíamos, de la trama, de la estructura, de cuestiones muy técnicas, y nos divertía mucho ese tipo de diálogo; cuando estás al principio, hablábamos de elegir la primera o la tercera persona… Eso que resulta muy obsesivo para un escritor. De eso hablábamos muchísimo. Pero mostrarle un texto sin acabar, jamás. No creo que fuese bueno para él ni para mí, aunque fue determinante en mi vida. Y además para mí la escritura es un proceso muy íntimo, he elegido un primer lector, y nadie más. Ni siquiera mis editores.

La escritora Ayanta Barilli dice que la huella de luz de su padre en su vida ha sido absoluta.
La escritora Ayanta Barilli dice que la huella de luz de su padre en su vida ha sido absoluta.
Alejandro Martínez Vélez/E. Press

¿En qué medida es usted Anita, la protagonista?

Bueno, ni Anita soy no ni Manuel es mi padre. Son Frankesteins, son retales cosidos que se convierten en personaje. Son espíritus que te visitan y a los que vas vistiendo como una Nancy, como una muñeca, y al final, o más bien al principio, empiezan a cobrar vida y de algún modo cumplen su camino y solo tienes que seguirlo con honestidad. La huella autobiográfica es inevitable, pero yo no me siento Anita, me siento lo más parecido al personaje de Ingrid, puestos a buscar similitudes entre las mujeres de la novela. Ingrid, la que muere picada por el escorpión. La siento más cercana. Y a Anita también la siento muy cercana por la danza clásica, que me fascina y probé suerte. Me apasiona el ballet.

¿Por qué ha elegido un hombre de 90 años y ha querido contar la historia del siglo XX? La guerra civil, las grandes crisis, la División Azul...

Todo ello tiene que ver con la memoria, con mi memoria. Es decir, tiene que ver con todo lo que hemos escuchado, no vivido (hay cosas que no he vivido), pero he escuchado, visto en el cine, leído hasta decir basta… Todo ello forma parte de mi paisaje. Y a mí me resulta muy difícil irme a una etapa medieval, eso es un tipo de novela histórica que no está dentro de mis posibilidades como escritora. Escribo sobre el paisaje emocional que conozco y este siglo es el que conozco. O bien porque se me ha contado en primera persona por alguien cercano, un abuelo, un tío, mi padre, o bien porque lo hemos visto tanto.

Hay un momento cuando está en el exilio el personaje, dice: “No soy un exiliado político, sino que soy un exiliado emocional”.

Sí, me he sentido así yo. Una exiliada emocional en el sentido de que soy medio italiana y medio española y siempre he tenido esa doble personalidad. Mi madre decía que la italiana es la que tiene el lunar aquí, y la española es la que no tiene el lunar. Siempre me he sentido en el exilio emocional. Cuando estoy aquí quiero estar allí; y viceversa. Y nunca sé que soy. Ese también es un tipo de exilio.

Recuerde la primera pregunta.

Nunca sé qué soy o quién soy exactamente. Ni que nacionalidad tengo. Es decir, que estoy en un constante ‘en busca de’…

Recordemos a su padre. Ha hablado mucho de él, le ha dado muchas vueltas, habrá leído bastantes cosas de él.

Sinceramente, no he leído nada. Aún no estoy preparada. Más adelante.

¿Le queda algo por decir de Fernando Sánchez Dragó?

Ja ja ja. Difícil. ¿Me queda algo por decir?

¿Tenía la sensación de que con el paso del tiempo se había podido escapar un poco de su mancha enorme de cariño, de ternura, de polémica, de trascendencia social? ¿Logró huir de su peso apabullante?

Esta es una cuestión interesante porque todo el mundo piensa o tiende a pensar que hay una sombra cuando hay un padre tan célebre, tan talentoso, tan polémico y tan arrollador. Y para mí siempre ha sido una luz total, y no lo digo porque ahora haya fallecido. Siempre lo he dicho. Para mí ha sido una luz absoluta. Nunca me ha hecho sombra; siempre me ha empujado. Mi padre ha sabido antes que yo lo que soy. Y eso les pasa a los padres y a las madres. A menudo tienen un conocimiento muchos más profundo y más instintiva.

O sea que él sabía que usted era escritora.

Desde muy pequeña. Me decía siempre: “Escribe, escribe, escribe”. Me lo decía tres veces, lo repetía así, y me regaló una máquina de escribir Underwood, que era de su padre, asesinado en la Guerra Civil poco antes de que él naciera. Y esa Underwood me le ha llevado a cuestas toda la vida sin escribir y viéndola. Cuando no estaba él, me decía: “Escribe, escribe, escribe”, y yo misma me respondía, “ya escribiré, ya escribiré”. Pero tenía razón y siempre me ha empujado a eso.

"Sentí ese mordisco en el corazón, ese ‘ay, que este hombre se me va’ y cómo voy a hacer. Ese mordisco es lo que me hizo sentarme a escribir este libro. Que al final y al cabo es eso, un intento de parar el tiempo: pedir que se detenga para que no llegue la muerte"

Impresionaba cómo leía y cómo preparaba las entrevistas.

Había en él una entrega increíble. Era un enamorado tal del escritor, del buen escritor, conocido o desconocido, que te conmovía. El tuit anterior al último, tan celebrado, era la foto de un libro autopublicado que le había dado y dedicado un escritor en un restaurante. Se lo leyó y puso un tuit publicitando sobre el libro de un escritor desconocido de Soria. Ya eso te da la medida de la generosidad y del respeto, y del profundo conocimiento de la dificultad tan tremenda que hay para publicar, para que te lean, para que te den un espacio para este privilegio, que es una entrevista como esta. Ha sido alguien que ha hecho una gran labor para agitar la cultura de este país y creo que no ha existido nadie igual.

Dice un personaje que las claves de la vida de esta familia son ‘dolor y ausencia’.

Cuando empecé a escribir este libro hace cuatro años, me daba muchísimo miedo de la muerte del padre. De mi padre. Lo hice para exorcizar ese miedo, tenía una edad, 82 años, y yo también tengo una edad, y sé que cuando las personas empiezan a mostrar un cierto desapego hacia las cosas que habían amado apasionadamente, en su vida, lo que construye su temperamento, empiezan a marcharse y eso sucede muchos antes. Empecé a notar eso en mi padre. Sentí ese mordisco en el corazón, ese ‘ay, que este hombre se me va’ y cómo voy a hacer. Ese mordisco es lo que me hizo sentarme a escribir este libro. Que al final y al cabo es eso, un intento de parar el tiempo: pedir que se detenga para que no llegue la muerte.

Ayanta dice que siempre quiso ser escritora y que le encantan los libros híbridos donde hay cartas, diarios, monólogos, etc.
Ayanta dice que siempre quiso ser escritora y que le encantan los libros híbridos donde hay cartas, diarios, monólogos, etc.
A. C./Heraldo.
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