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El artista Florencio de Pedro ha hecho de su taller un paraíso y está amenazado de expropiación

El escultor turolense afincado en Zaragoza sabe que será expulsado, a bajo precio, por una manzana de casas de ese espacio en el que lleva 30 años 

El jardín es como un refugio para el arte, la amistad y la conversación.
El jardín es como un refugio para el arte, la amistad y la conversación.
Archivo De Pedro.

El Taller ‘TS’, Tierra de Sueños, del escultor y grabador Florencio de Pedro (Hinojos de Jarque, Teruel, 1955) -que acaba de exponer en el Centro Mariano Mesonada-, está situado en la zona de Quinta Julieta, roza el cuarto cinturón y a la orilla del Canal Imperial de Aragón. “Llevo una vida construyéndolo, más de treinta años acumulando y desvelando sedimentaciones que aportan materia y espíritu para la creación por hacer lo nuevo, desvelar un nuevo proyecto que palpita en el seno de ese laberinto de creación. Fue una suerte descubrir ese rincón mágico, tranquilo, en el límite de la ciudad, con un punto de altura que permite situarse y ver por encima de la ciudad, las torres del Pilar y La Seo, hasta el Pirineo; cuando está nevado se dibujan sus crestas en un día limpio... Una suerte que estuviese ahí sembrado ese germen poético, germen poético de los Marín Uriol, que me pasaron el testigo de ese espacio mágico”, dice el artista turolense, experto en grabado y en escultura pública, como se puede ver en el Paseo de la Constitución de Zaragoza o en el Paseo de la Fama de Cariñena, y recuerda también que está amenazado de expropiación y que con lo que le ofrece no podrá adquirir nada similar.

Está claro que su taller es un paraíso de vegetación y de trabajo. Le preguntamos al artista cómo es la vida allí, cómo crea, y le pedimos que nos recuerde qué árboles crecen y qué pájaros lo visitan. “Concibes rápidamente el espacio y la magia que puede tener, con la sabiduría de los antiguos, lo sueñas y te paseas en los sueños recorriendo espacios y ocupándolos, ordenando los rincones de trabajo”, dice. Asegura que el impulso del trabajo ya le lanza, “con la ayuda de algún amigo incondicional que se contagió de las obras. Hemos ido enriqueciendo estos jardines y huertos de ensueño. Ensanchamos la cubierta y construimos un claustro en el jardín, donde la parra virgen rodea y forma una cortina de naturaleza que filtra las luces y protege del exceso de sol, que arropa una fila de aspidistras, que llenan y hablan de emoción, entre cañas de bambú, higueras y palmeras, olivos y pinos y laurel. Todo ello da un sentido de naturaleza que acompaña y te lleva, pues el riego y el cuidado de las plantas te trasforma, centra y dinamiza en la inmediatez al instante para cualquier paso”, dice.

"Este es mi centro de trabajo y sabes donde dejas cada herramienta, cada material, es como moverte con los ojos cerrados y coger lo que necesitas. Es vital tener esa memoria para desarrollar con más eficacia el trabajo"

Es el momento de abordar el silbo de los vientos y el trino de los pájaros: “También los pájaros hacen suyo el lugar entre los pinos de entrada. Las cotorras vuelan de rama en rama en sus épocas de celo; las golondrinas planean y salen; las abubillas esquivas se mecen con sus cantos, y hay una tribu de salamandras afincadas en el interior de la sala de grabado que me limpian las moscas y me dejan la huella en los papeles, sin renunciar a un mínimo de educación, pues les hablas y te atienden, y luego lo deben olvidar...”, dice Florencio de Pedro con un poco de humor y de ternura hacia esas minúsculas criaturas que parecen formar una orquesta y abonar de misterio el recinto.

El malogrado fotógrafo Antonio Ceruelo le hizo este retrato en su estudio de grabador a Florencio de Pedro.
El malogrado fotógrafo Antonio Ceruelo le hizo este retrato en su estudio de grabador a Florencio de Pedro.
Antonio Ceruelo.

El escritor, maestro de taller durante muchos años en el Instituto Corona de Aragón, tienen en su estudio varias dependencias: el obrador del escultor, el taller del grabador, el cuarto donde cuelga, ordena y expone su obra, el cuarto de trabajo, la cocina… “Sí, algo de eso hay, sí. El espacio de trabajo forma una ele en el extremo del rectángulo y el jardín con el claustro el resto. Cada espacio dividido se dedica a una tarea que debe cumplir su función. Hay una sale de exposiciones y reuniones con acceso a la cocina, todo abierto al claustro. Hay sala de obras, maquetas y almacén, un baño con aportaciones escultóricas, sala de grabado y pintura con sus tórculos, papeles y tintas. El taller de materiales y sus transformaciones, con todas las soldaduras, con los gases para ello, no hay láser de corte ni grabación ni tampoco fundición, eso lo hacemos en la industria en sus talleres. Los especialistas con los que colaboramos se encargan de todo ello participando en mejorar los proyectos...”

Para Florencio de Pedro su taller es el centro neurálgico para todo, espacio, naturaleza, silencio, y allí vibran las ideas, los materiales se trasforman en volumen y hay planos determinados y sorprendentes. “Cuando se despierta la capacidad de sorpresa y los colores empiezan a sentirse, se desata la tormenta, y vas de un plano a otro, pasando de líneas a planos de acero, de curvas a encuentros vacíos, unes y sueldas por aquí, recortas y das luz, abres perspectivas en un recital de volúmenes y formas buscando un equilibrio de armonía”. La emoción poética, que existe, excita los sentidos por el impacto del color y de la atmósfera.

"Debo hablar de pasión por la escultura, pasión en el arte de cada día, ese torbellino de energía. Cuando se desata la tormenta nada puede parar su furor, es difícil hasta para los cercanos",

Florencio de Pedro, un artista que no ha parado de moverse y de parir proyectos -encuentros de escultura, grabados, obra pública, trabajos en equipo– ese lugar ha sido como el epicentro de sus creaciones y de su pasión. “Creo que sí. Debo hablar de pasión por la escultura, pasión en el arte de cada día, ese torbellino de energía. Cuando se desata la tormenta nada puede parar su furor, es difícil hasta para los cercanos, pues la energía se dispara y puede dar calambres, como un chisporroteo que asusta y hasta violenta...”, declara Florencio de Pedro, contagiado por el ambiente lírico de su jardín y de sus espesuras.

El romanticismo no es ajeno a este delicado estudio de artista.
El romanticismo no es ajeno a este delicado estudio de artista.
Archivo De Pedro.

Reconoce que de ese taller han salido unas cuantas, muchas obras. Comenta: “No las voy a enumerar porque me abro el cerebro cada año. Cada proyecto exige su material idóneo, para el exterior utilizamos piedras, mármoles, bronce, acero inoxidable y acero corten. Y para el interior cabe cualquier otro, desde maderas, resinas, cristales, alabastros, etc. Un espacio como este también me ha dado madurez. El entrenamiento es constante y me inclino por el arte contemporáneo. La técnica y la estética van a la par, al compás del arte. Uno, con la debida modestia, trabaja en la búsqueda de una una línea artística personal susceptible de realizar aportaciones a la historia. 

No quieren tener en cuenta los valores de lo particular y la propiedad les estorba para sus planes económicos. No se interpreta la ley de expropiación para compensar un mínimo equiparable a lo que hay en este lugar. Me darán menos que migajas y eso no es justo ni noble", dice Florencio de Pedro

Ojalá fuera capaz de hacerlo”, apunta Florencio de Pedro, que ha recibido en su taller con jardín a mucha gente: poetas, escultores, grabadores como Nelson Villalobos, historiadores del arte, alumnos, multitud de amigos. “Este es mi centro de trabajo y sabes donde dejas cada herramienta, cada material, es como moverte con los ojos cerrados y coger lo que necesitas. Es vital tener esa memoria para desarrollar con más eficacia el trabajo -insiste-. Siempre me oyen decir, cuando preguntan, ‘ahora qué haces’, ‘dónde vas’; ‘voy al huerto a entrenar’, por si un día hay que trabajar. Tengo esa sensación: creo que aún tengo la vocación intacta”, confiesa.

Desde hace algún tiempo una fuerza invasora en forma de muchos pisos está a punto de expulsar a De Pedro de su paraíso. Algo que hace pensar en el cuento ‘Casa tomada’ de Julio Cortázar. La amenaza es latente. Pretendo hacerlo a cambio de muy poco. Suele decir Florencio que lo que le dan ni le llega para trasladar sus materiales a otro lugar, que todavía no ha encontrado. “¿Abandonar este lugar? ¿Y cuánto querrán pagarme? Es un vértigo que produce pesadillas, es horroroso, pensar y analizar todo lo que hay almacenado, todo lo que has construido mano a mano en más de treinta años. Cambiar de lugar y orientación rompe el sistema de percepción y elaboración, se rompen la brújula y las coordenadas. Es como si desajustan los relojes y cada cual da una hora distinta, pues así pasa en el interior de la cabeza y del cuerpo. Es un sacrilegio que a nadie que haya visto este espacio y lo que aquí se hace y se coloque con vistas a la ciudad o en cualquier sitio, no se puede creer que se vaya a destruir para hacer pisos. Es imperdonable, es lo que digo, que me dejen donde estoy porque no me pisa ningún bloque. Me quedo como en zona verde pero tener un horizonte de bloques de 40 metros, mata la sombra y ya no crece nada”. Su temor no tiene consuelo. “Según la ley, y eso es lo más injusto, no es que me niegue a abandonar, pero que me den para una finca semejante, con una nave como esta y me trasladen con todo para que al día siguiente pueda seguir mi camino”, explica.

"Siempre me oyen decir, cuando preguntan, ‘ahora qué haces’, ‘dónde vas’; ‘voy al huerto a entrenar’, por si un día hay que trabajar. Tengo esa sensación: creo que aún tengo la vocación intacta”, confiesa.

Según la ley como está, es lo más injusto, no es que me niegue pero que me dé para una finca semejante, con una nave como esta y me trasladen con todo, para que al día siguiente pueda seguir en mi camino”. Su drama personal es claro. “No quieren tener en cuenta los valores de lo particular y la propiedad les estorba para sus planes económicos. No se interpreta la ley de expropiación para compensar un mínimo equiparable a lo que hay en este lugar. Me darán menos que migajas y eso no es justo ni noble. ¿Se imagina que me tenga que ir a 20 kilómetros más y que desaparezca la magia del lugar que has creado y has conseguido en tantos años?”. 

El anhelo para su Taller de Sueños es claro y contundente: “Necesito un lugar equivalente al que tengo y, por supuesto, no lejos de la ciudad. Esta Zaragoza que veo desde aquí, luminosa y abierta a los cuatro vientos”.

Aspecto del jardín y vergel donde tiene el estudio Florencio de Pedro.
Aspecto del jardín y vergel donde tiene el estudio Florencio de Pedro.
Archivo De Pedro.
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