Por
  • Gonzalo de la Figuera

De Torrero a New Orleans

Joaquín Pardinilla y Ernesto Cossío, este jueves 4 de mayo, en El Cprazón Verde.
Joaquín Pardinilla y Ernesto Cossío, este jueves 4 de mayo, en El Cprazón Verde.
E.C.V.

Que Joaquín Pardinilla y Ernesto Cossío son dos extraordinarios guitarristas, de lo mejorcito del territorio aragonés, es algo sobradamente conocido por cualquier aficionado con un mínimo de buen gusto: ambos llevan muchos años demostrándolo en diversos proyectos. En su alianza bluesística como Hot Hands el jueves volvieron a hacer magia desde el coqueto reducto de El Corazón Verde, a orillas del Canal Imperial, conectando Torrero con New Orleans; en ese mismo escenario grabaron en directo su primer disco hace un lustro, y ahora presentan un repertorio totalmente renovado de cara a un inminente segundo trabajo.

Y digámoslo sin ambages ni cortapisas: estos dos tipos derrochan arte, talento y creatividad a raudales. Cuatro manos calientes y una voz agreste –la de Cossío- que recrean a su manera e insuflando nuevos bríos añejas piezas de blues del Delta, de ragtime neorlino, de gospel tradicional, de boogie, de shuffle o de country. Composiciones que van de Big Bill Broonzy a Jorma Kaukonen, de Blind Willie McTell a Johnny Cash, de Dave Bartholomew a James Cannon, y en las que la pericia instrumental nunca está reñida con la emoción y la inspiración del momento, que fluye a borbotones de las cuerdas de sus guitarras.

Magistrales fueron, por ejemplo, sus incursiones en el blues mandinga (sí, el blues nació a orillas del Níger, y no del Mississippi) con ‘We don’t care’ de Eric Bibb y ‘Soul of a man’ de Blind Willie Johnson, en los que la guitarra de Cossío hace la función de la kora africana entre reminiscencias a Ali Farka Touré. Sobresalientes también las habilidades de Pardi cuando se aplicó en la técnica del slide con la eléctrica, o en el impresionante solo que se marcó en ese clásico llamado ‘St. James Infirmary’, justo antes de despedirse con una brillante relectura de ‘Train song’, de Tom Waits. Música, en fin, de muchos quilates, que bucea en el pasado y rescata joyas olvidadas, servida por un tándem que es todo un lujo, que se entienden y compenetran a las mil maravillas; deberían salir a tocar más por ahí: en el resto de este país no saben lo que se pierden.

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