Generosa y populista salida de Roca Rey por la Puerta del Príncipe en la feria de Sevilla

Recompensa generosa de tres orejas -una y dos- para dos faenas de más firmeza y decisión que toreo ortodoxo y de mayor exigencia. Dos estocadas soberbias.

El diestro peruano Andrés Roca Rey corta dos orejas con su segundo toro.
El diestro peruano Andrés Roca Rey corta dos orejas con su segundo toro.
Raúl Caro

Los tres primeros toros de la corrida de Cuvillo dieron el peso, pero no la talla. Por enmorrillado, el primero, jabonero, pareció más toro que un segundo cortito y relleno o que un terciado tercero de pobre trapío recibido con ligeras protestas. Agotado el papel, el primer no-hay-billetes de la feria, no estaba la mayoría por los toros sino por los toreros, y más por Roca Rey que por ninguno de sus alternantes. De eso hubo prueba patente cuando Roca salió en su turno a quitar en el primer toro de Manzanares. Lo hizo con aire desafiante y hasta teatral. El toro estaba en los medios y hasta ellos llegó Roca Rey para citar de largo. Se hizo un silencio expectante. Por chicuelinas, dos primeras de ajuste y gracia, una tercera por la mano izquierda, y de ella salió comprometido y apurado tras un acostón, pero, sin descomponerse, remató con revolera airosa. Se celebró a modo el quite y la idea de hacerlo.

Un viento molesto había descubierto una y otra vez a Urdiales mientras faenaba con el áspero y pegajoso toro jabonero, y ese mismo viento no consintió a Manzanares estirarse ni una sola vez cuando trató de fijar al toro del quite y pararse con él. El toro cabeceó, solo que dos puyazos perfectos de Paco María le bajaron los humos, y al capote de Roca Rey vino de otra manera. Rígido y tenso, Manzanares anduvo más pendiente del viento que del toro y solo a última hora cubrió el expediente con una tanda corta y mixta. En tarde desafortunada con la espada, pinchó dos veces antes de cobrar una entera trasera, y un golpe de verduguillo. Urdiales había tumbado de inapelable estocada al jabonero, que no paró de revolverse.

Se calmó el viento casi de repente. Iba a entrar de nuevo en escena, y ya en su turno, Roca Rey. Naturalmente, lo hizo primero el toro con hechuras de novillote. Por eso, por la falta de trapío, se enfrió el ambiente de golpe. Dos picotazos y nadas más. Un trámite la lidia y, al cabo, una faena de más encaje que buena colocación, de bastante más ajuste que temple o propiamente gobierno. La cosa estaba en el alambre cuando se arrancó la banda de música, que en Sevilla también torea. No rompió la faena y el toro se fue apagando, hasta que Roca Rey, después de un desarme, decidió meterse entre pitones y buscar una tanda en rizo que se tuvo por mérito mayor. Una estocada a capón y rodó sin puntilla el toro. Una oreja.

Entonces se sintió el barrunto de que la tarde podía ser para Roca Rey la ocasión por él soñada de salir a hombros por la Puerta del Príncipe. Tenía que cortarle las dos orejas al sexto. Ese fue el argumento de la segunda mitad de corrida. En ella salieron tres toros más aparentes, armados y cuajados que los tres primeros. Dos de ellos, quinto y sexto dieron muy buen juego. Los dos justificaron el goloso papel de la ganadería. Dos corridas de Cuvillo en el abono, A las dos se apuntó Roca Rey. El toro de Urdiales pegó mucho taponazos y terminó punteando y rebrincado. El de Manzanares sacó son del bueno, pero no se encontró al torero en tarde inspirada. El de Roca fue el mejor de los seis.

El que mejor se empleó en el caballo, el único que galopó en banderillas y, puestos a medir nobleza, el que más. De bonita pinta: lombardo, chorreadito, listón, ojo de perdiz. Ahora contó el toro. Roca se embarcó en trasteo de partida temerario: de rodillas en tablas una tanda que llevó intercalada la guinda infalible de tres cambiados por la espalda, y el remate de uno de pecho larguísimo, hasta donde dio el brazo. Música. Churumbelerías, del repertorio valenciano. Perfecta compañía para una faena idéntica en arrojo, ajuste y firmeza a la del tercer toro, más lograda, pero abusando del toreo en línea y cargando las tintas en los cambiados por la espalda, que pasaron a ser argumento mayor. Una última tanda de redondos enhebrados unos con otros, sin soltar toro, giro en los talones, encendió el ambiente. Larga pelea: dos vueltas al pasodoble, Una estocada soberbia, dos orejas, sueño cumplido, Puerta del Príncipe.

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