reportaje

‘Dolores, guapa’, un documental sin prejuicios

"No esperábamos que el público diera tanto cariño a la película", dice el director Jesús Pascual sobre la cinta que narra el papel del colectivo LGTB en la Semana Santa sevillana.

Antonio Bonilla y Jesús Pascual, el pasado enero en Zaragoza.
Antonio Bonilla y Jesús Pascual, el pasado enero en Zaragoza.
H. A.

Hasta la fecha, todas las aproximaciones al binomio ‘gais y Semana Santa’ se habían hecho desde la frivolidad, el morbo o el sensacionalismo. Todo lo contrario ocurre en ‘Dolores, guapa’, un documental que está triunfando en Filmin, después de llevarse no pocos premios y participar también en la carrera de los Goya (con cuatro precandidaturas) y de los Premios Feroz, que se entregaron hace unos meses en Zaragoza.

El filme, tan entretenido como respetuoso, aborda la importancia del colectivo LGTB en la Semana Santa sevillana, con protagonistas que, desde la más tierna infancia, se han desvivido por una tradición que les servía, incluso, para jugar de pequeños diseñando ajuares para las tallas o montando pasos de plastilina.

"No nos costó encontrar a gente que quisiera participar. Queríamos acercarnos a este tema como a un documental etnográfico: no vamos a infantilizarlo, ridiculizarlo ni tratarlo desde una superioridad", explica Jesús Pascual, director de ‘Dolores, guapa’, que ha producido Antonio Bonilla. "Lo primero que hicimos fue un llamamiento por Instagram y acabamos con una base de datos de más de 200 personas interesadas en participar. Al final acotamos la historia a la ciudad de Sevilla y quedamos a tomar cafés y cervezas para conocer a la gente. Allí se nos fue parte del dinero de la producción", bromean.

La película, que inicia ahora su aventura internacional, tuvo un antes y después de obtener el premio a Mejor Película de la Sección Panorama Andaluz en el Festival de Sevilla. "La presentamos humildemente, sin pretensiones, y pudimos proyectarla en un cine de la Alameda con los protagonistas. Ese premio nos dio un empujón fuerte y permitió al filme entrar en una distribuidora", cuenta Pascual, aún sorprendido por "el cariño que le coge la gente a la película".

"No esperábamos estrenar en cine de forma comercial, ni ir a festivales, ni tener nominados en los Feroz… Es increíble el recorrido porque, de hecho, la idea surgió en pandemia. Teníamos el guión de una película que empezaba a cuajar cuando el virus se lo cargó todo. Entonces, nos propusimos hacer algo con pocos medios, sin esperar a que se reactivara el sector y llegaran las ayudas. La idea era tener ‘Dolores, guapa’ como portfolio para cuando todo pasara, volver a la carga y decir ‘mira, somos capaces de hacer esto’", explica Pascual, que -reconoce- no conocía bien el mundo dentro de las cofradías.

El proyecto se les fue yendo de las manos y, aunque en origen debía ser de una hora, el metraje alcanza casi las dos. "Y eso que hemos tenido que renunciar a muchos testimonios. Sabíamos lo que íbamos buscando, pero la realidad superó a la ficción y unos participantes nos hablaban de unos amigos, esos nos llevaban a otros... Por mucha teoría, documentación y escaleta que te diga qué temas abordar, te encuentras con la gente y todo es más tremendo de lo que tenías en mente".

El cineasta también señala que "hay que entender la película por lo que aparece pero también por lo que no ha podido aparecer: por ejemplo, el vestidor de imágenes de vírgenes es una figura muy ligada al mariquita y no aparece ninguno porque ellos comen y viven de esto". Explica Pascual que a muchos artesanos les gustaba el proyecto, pero temían que si hablaban abiertamente delante una cámara "pusieran en juego su pan". Tenían desconfianza en que se le diera un tratamiento inadecuado y propusieron salir con la voz distorsionada y la cara difuminada, "pero no era la idea del documental".

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