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Ferrer Millán: “Soy un pintor lleno de ilusiones que está empezando cada día”

El artista , tras dos décadas sin exponer en su ciudad, presenta ‘Horizontes de papel’ en el palacio de Montemuzo, 45 piezas de color y abstracción.

Joaquín Ferrer Millán posee una trayectoria personal y dialoga con Semper, Vasarely y quizá Miró.
Joaquín Ferrer Millán posee una trayectoria personal y dialoga con Semper, Vasarely y quizá Miró.
José Miguel Marco.

Joaquín Ferrer Millán (Zaragoza, 1951) lleva más de medio siglo pintando. A su aire, con personalidad, dentro de la abstracción y de una atmósfera geométrica y onírica, cada vez más libre y más seguro de su dominio del color y de la tensión de líneas y curvas que conviven como las olas en el mar, como las flores en un jardín o las hojas y las ramas en la espesura del bosque. Llevaba dos décadas completas sin exponer en su ciudad, Zaragoza, sí lo había hecho en otros lugares (Alagón, Madrid, Valencia, Guadalajara); su última muestra aquí, ‘Línea continua’, se presentó en el Torrea Fortea en 2003. Y ahora expone 45 obras en el palacio de Montemuzo bajo el título de ‘Horizontes de papel’.

Explica Joaquín: “Toda la obra es inédita. He traído 45 obras. 29 piezas, distribuidas en dos salas, son de mis carpetas, de mi obra de estos últimos veinte años. Y 16 cuadros más son específicos para aquí, para la segunda sala: piezas alargadas que dan título al conjunto y donde se mezcla toda mi trayectoria: el paisaje, la abstracción geométrica y las formas libres, todo ello sometido a la fuerza del color”, dice. Y esas 16 obras definen el pulso, la vibración y el afán de perfección de Joaquín Ferrer Millán.

“No debo decirlo así, pero es la verdad. Para mí pintar no es trabajar. Es un placer, una búsqueda, una necesidad. En el taller, con mis dibujos o los lienzos, me encuentro feliz”. Dice, y apostilla, como si no quedase claro: “Es una inmensa satisfacción cuando entra alguien y comenta mi obra, cuando recrea mi pintura con sus palabras, me da su opinión. No es una cuestión de estricta vanidad. Quiero que mi pintura sea un aporte de felicidad. Pintar para mí es una necesidad y me pongo a pintar cada día como quien respira”.

"Para mí pintar no es trabajar. Es un placer, una búsqueda, una necesidad. En el taller, con mis dibujos o los lienzos, me encuentro feliz”
Una de esas obras de Ferrer Millán que lo dicen todo: la acuarela de fondo, las formas orgánicas, la pintura acrílica esparcida con el tiralíneas y el cartabón...
Una de esas obras de Ferrer Millán que lo dicen todo: la acuarela de fondo, las formas orgánicas, la pintura acrílica esparcida con el tiralíneas y el cartabón...
José Miguel Marco.

Dice que no se siente un pintor histórico de la ciudad. Más bien, se siente un pintor nuevo, distinto, “un pintor lleno de ilusiones que está empezando cada día. Creo que he tenido una evolución natural, coherente, y que al final he encontrado mi sitio. Mi pintura es reconocible. Identificable”, explica.

Al hablar de su trayectoria parece imposible eludir dos nombres: Eusebio Sempere, otro maestro de la minuciosidad geométrica, un orfebre paciente, y Victor Vasarely. “Cuando conocí a Eusebio Sempere yo ya hacía una abstracción geométrica muy matizada, muy laboriosa. Y ahí coincidimos. Fue muy amable conmigo. Me animó mucho, me enseñó cosas y me ofreció su amistad”, dice. Y no solo eso, llegó a verlo y saludarlo en Arco, ya en silla de ruedas. “Más tarde, me encontré con su compañero Abel Martín, natural de Mosqueruela, coleccionista de arte, serígrafo y pintor, y él me enseñó la casa que compartían y el estudio de Sempere. Esperaba encontrarme algo muy grande, y era una especie de ático más bien pequeño, con una gran lupa. Poco después, se produjo aquel violento asesinato de Abel Martín”, un asesinato del que se ha escrito mucho, incluso lo hizo Lorenzo Silva, pero que nunca se llegó a resolver.

¿Y Vasarely (1907-1996)? “Yo empecé en el ‘op-art’ y luego pasé al arte cinético, con lo cual el influjo de Vasarely estaba ahí, sí. Pero hubo un momento en que me sentí constreñido, escaso de libertad y de vuelo, y decidí buscar un nuevo camino, donde me sintiese más cómodo y más creativo”, apunta Joaquín.

El pintor contampla con Romana Erica una de las vitrinas con sus instrumentos para dibujar.
El pintor contempla con Romana Erice una de las vitrinas con sus instrumentos para dibujar.
José Miguel Marco.

Indica las vitrinas, donde se explica su método de trabajo y donde se resalta la importancia de un único instrumento: el tiralíneas. Es el momento de indicar cómo ha hecho esta producción. Dice Joaquín Ferrer Millán: “Las formas y las tramas las hago con pintura acrílica a tiralíneas. Luego relleno los fondos con acuarela”. Así elabora un mundo personal donde hay armonía, formas redondeadas -“es curioso, a pesar de que trabajo la línea recta con el tiralíneas”, dice el pintor-, oleajes, ritmos, formas orgánicas, el desorden de los sentidos, “imágenes que entreveo en sueños o que imagino y que distorsiono y ajusto a mi manera de pintar ¡Quién sabe!”, precisa.

“Cuando conocí a Eusebio Sempere yo ya hacía una abstracción geométrica muy matizada, muy laboriosa. Y ahí coincidimos. Fue muy amable conmigo. Me animó mucho, me enseñó cosas y me ofreció su amistad”

Un paseo, sin pereza, con algo de detenimiento ante cada cuadro, revela la artesanía de la lentitud, la ingeniería de la calma, la sabiduría en la administración del color: los tierras, los ocres, los azules, los morados. “El color azul me gusta mucho”, dice, aunque la realidad es que le gustan todos los tonos, que mima los colores, las estructuras, las tramas, esos paisajes sugeridos que resultan evocadoras y que invitan al viaje y al extravío. Una señora lo felicita por la exposición y le dice: “Qué paciencia tiene usted y qué bonitos son los colores”.

Joaquín, seriote pero amable y tierno, con almario y mano de monje de su oficio tal vez, cercano, sonríe con la sensación de que acudir a la exposición tan de mañana ha tenido sentido.

En su catálogo, Pilar Bernad escribe: “Joaquín Ferrer Millán ha sabido crear un lugar propio, definido y personal, caracterizado por una sensibilidad y un refinamiento indudables que lo conectan con artistas tan relevantes como Joan Miró, Yves Tanguy, Wassili Kandinsky o Martk Rothko”. Y el poeta y especialista en arte José Félix Méndez desmiente la huella de Eusebio Sempere y afirma: “En Joaquín Millán la línea es el medio para materializar las sensaciones originadas en la observación de la naturaleza, del mundo natural, del objeto material, sin estar sujeta a los planteamientos de ninguna disciplina”. ‘Horizontes de papel’ podrá verse hasta el 7 de mayo en el palacio de Montemuzo.

Uno de los cuadros característicos de Joaquín Millán, realizados entre 2003 y 2023.
Uno de los cuadros característicos de Joaquín Ferrer Millán, realizados entre 2003 y 2023.
José Miguel Marco.
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