Descubrí a la directora y guionista marroquí Maryam Touzani hace dos o tres años, cuando se estrenó en España su primer largometraje, ‘Adam’, un drama tan interesante como entrañable protagonizado por una joven embarazada, que va a ser madre soltera, una viuda y la hija pequeña de esta. Aquel hermoso filme sorprendió, entre otras muchas razones, porque además de proceder de una cinematografía no habitual en nuestras carteleras, estaba dirigido por una mujer y abordaba un tema tan peliagudo en su país de origen como el hecho de ser madre sin estar casada.

Otros tres personajes y un asunto igualmente problemático en Marruecos, como lo es la homosexualidad, son ahora los protagonistas del nuevo y muy interesante trabajo de Maryam Touzani, ‘El caftán azul’. La medina de Sale, un taller en el que se hacen los mejores caftanes artesanales, una pareja que oculta un secreto a los ojos del mundo exterior y un tercer personaje, que viene a romper y reconstruir lo que parecía inquebrantable, forman el núcleo argumental de ‘El caftán azul’. Una se pone frente a esta película y lo primero que acierta a comprender es que está ante una directora y guionista con una capacidad especial no solo para entender al ser humano, sus dudas, sus miedos, sus inquietudes, sino, también, para acercarnos a sus personajes con una delicadeza extrema y una enorme dosis de afecto y ternura. Así construye una historia rica en matices, llena de vida y de luz.

‘El caftán azul’ forma parte de ese listado de películas que han llegado en los últimos meses y que son aparentemente menores, porque no llevan detrás el acompañamiento promocional de grandes compañías, pero que producen en el espectador un efecto sanador. Son obras que apuestan por un drama y que se desarrollan en un clima equilibrado, lejos de toda amargura, y resultan por ello, además de buenas, entrañables, tiernas y bonitas.