FÁBULAS CON LIBRO. ARTES & LETRAS

La saga de los Millares: breve historia de una familia que se movió en el arte y la literatura

El más famoso, Manuel Millares, perteneció al grupo El Paso con aragoneses como Saura, Viola y Pablo Serrano

Retrato de Manolo Millares, que falleció demasiado joven.
Retrato de Manolo Millares, que falleció demasiado joven.
Archivo Millares/Escobio.

Pocas familias habrán tenido en Canarias el prestigio intelectual y artístico de los Millares. Agustín Millares Torres, nacido en Las Palmas en 1826, nieto del organista de la catedral Cristóbal-José Millares e hijo del violonchelista Gregorio Millares Cordero, fue un conocido notario, historiador, músico y escritor, autor de ‘El último de los canarios’ (tengo a la vista una edición de 1926), una de aquellas novelas románticas inspiradas en la vida de los guanches tras la conquista de las islas por la Corona de Castilla, que, como se lee en el libro, «llevó a los canarios la luz del Evangelio y la civilización de la vieja Europa».

Se publicó en folletín entre enero y mayo de 1858 con el nombre de ‘Benartemi. Leyenda canaria’, y más tarde –así nos lo contó Ángeles Perera– fue la influencia de Galdós la que hizo que la leyenda se convirtiese en novela con el título de ‘El último de los canarios’. Yo nunca me he encontrado con ediciones del siglo XIX de esa novela, pero sí he visto algunas veces su obra histórica más notable, la ‘Historia General de las Islas Canarias’, en una edición en diez tomos publicada entre 1893 y 1895.

Millares Torres se casó con Encarnación Cubas Báez, escritora y autora de unas ‘Memorias de niñez y juventud’ que permanecían inéditas y que en 2006 editó el musicólogo Lothar Siemens, también descendiente de los Millares, en el número 61 de la revista ‘El Museo Canario’ que he podido consultar.

Agustín y Encarnación tuvieron once hijos y entre ellos destacan los nombres de Francisca (madre del escritor y director de cine Claudio de la Torre, y de Josefina de la Torre, actriz, cantante lírica y poeta, que fue incluida por Gerardo Diego en la segunda edición de su famosa ‘Antología’) y de otros dos escritores: Luis y Agustín Millares Cubas, médico el primero y notario, como su padre, el segundo, los mejores autores canarios de cuentos en su época (que firmaron casi siempre en colaboración), las grandes figuras del siglo XIX en Canarias, en palabras de M.ª Rosa Alonso. La profesora Perera ha escrito que la casa de los Millares Cubas fue un gran centro cultural, con un teatrillo incluido en el que se representaban sus obras y se organizaban conciertos. Del matrimonio de Agustín con Dolores Carló nacerían el catedrático de Paleografía y Latín Medieval de la Universidad de Madrid y académico de la Real Academia de la Historia, Agustín Millares Carló, amigo y correligionario de Azaña, que se exilió tras la Guerra Civil, y Juan Millares Carló, poeta y catedrático en el instituto de Arrecife, gran amigo de Agustín Espinosa y denunciado y represaliado al finalizar la guerra. Juan fue el padre del dibujante y caricaturista Eduardo Millares, de los poetas José María y Agustín Millares, de los pintores Manolo y Jane Millares, y del músico, compositor y gran maestro del timple Totoyo Millares.

"El arte no debe serlo porque agrade… sino más bien porque duela rabiosamente", dijo Manolo Millares, que perteneció al grupo El Paso y destacó por sus arpilleras.

De los biznietos de Agustín y Encarnación, Manolo Millares ha sido quien ha obtenido mayores reconocimientos. Miembro destacado del grupo ‘El Paso’, su obra ha alcanzado grandes cotizaciones y figura en muchos de los más importantes museos. Murió joven, a los 46 años, y en Zaragoza pudimos ver en la Sala Luzán una gran exposición de sus arpilleras en diciembre de 1983. En el catálogo de esa exposición se publicaron algunas opiniones suyas que explicaban muy bien cómo entendía Millares el arte: “El arte no debe serlo porque agrade… sino más bien porque duela rabiosamente».

En 1998 el IVAM publicó unas memorias inéditas de Manolo Millares que conservaba su viuda Elvireta Escobio, con prólogo y notas de Juan Manuel Bonet, y por ellas supimos de su ruptura con su hermano Agustín, cuando éste incluyó en la solapa de una publicación de Manolo, ‘El hombre de la pipa’, y sin su consentimiento, «una frase virulentamente anti-abstracta de Josep Renau» que descalificaba el arte de vanguardia.

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