A pesar de no ser una obra de grandes propuestas formales, ‘La bella Melusina’, obertura compuesta por Mendelssohn en 1834, fue mimada por la Orquesta Reino de Aragón de manera melodiosa y consistente, manteniendo la misma tónica durante el desarrollo de toda la pieza, aperitivo del quinto concierto del 43 Ciclo de Introducción a la Música, que se ofrece en sesión matinal los domingos, de enero a marzo.

Ricardo Casero, al frente de la orquesta, acertó con el control del volumen sonoro de los compases compartidos con la violinista Alexandra Tirsu en el ‘Concierto para violín y orquesta en mi menor, Op. 64’, también de Mendelssohn. Su desarrollo temático, un riguroso cromatismo y un vibrato de calidad caracterizaron la actuación de la solista, que utiliza un Stradivarius de 1699.

En la tercera sección del Concierto, que se interpreta sin pausas, resaltó su virtuosismo conjuntamente con la solidez del bloque orquestal, destacando el marco armónico a cargo de los contrabajos, instrumentos a los que no se les suele aludir en las reseñas, pero que constituyen un soporte indispensable para el equilibrio rítmico de cualquier orquesta sinfónica.

La ‘Sinfonía nº 7, en La Mayor, Op. 92’, de Beethoven, ocupó la segunda parte de la sesión. Siendo una de las grandes del genio de Bonn, exige ataques, matizaciones y contrastes bien definidos, así como solvencia en las líneas instrumentales, algo que las trompetas no terminaron de redondear en varios compases del ‘Vivace’, eje del primer movimiento, tras el ‘Poco sostenuto’ con el que arranca la obra. Su desarrollo fue correcto en el resto de los movimientos, a pesar de un intento de aplausos extemporáneos entre el primero y el segundo, algo que debiera advertirse a los ‘nuevos’ en la presentación del programa, en un Ciclo como este. No hubo más incidencias, ni tampoco propina.