Muere el modisto Paco Rabanne

El español, que desarrollo su carrera en Francia, pasará a la historia por su estilo rompedor y futurista. 

La moda ha perdido este viernes al diseñador Paco Rabanne. Con él se va otro gran nombre de la época dorada de la alta costura y, en su caso concreto, un adalid del futurismo y el uso de nuevos materiales que irrumpieron de manera innovadora en los años 60 y de los que también fueron epítome Courrèges o Pierre Cardin, con quienes se inició diseñando accesorios y complementos.

Nacido en Pasajes (Guipúzcoa) en 1934, Francisco Rabaneda Postigo (su verdadero nombre) emigró de muy pequeño a Francia como exiliado. 

Su madre era jefa de costureras del taller de Cristóbal Balenciaga en San Sebastián, era una mujer vanguardista que había escandalizado a la burguesía donostiarra con su pelo corto y luciendo los vestidos sin corsé de Paul Poiret.

"Fue ella quien me introdujo el gusto por la rebeldía", decía.

Su padre, coronel de las fuerzas republicanas, fue fusilado en 1939, lo que forzó a la familia a abandonar España y exiliarse en Francia, adonde llegaron pasando penurias, internados en campos de concentración del sudeste.

La moda, que había mamado, se impuso pronto en su vida: financió sus estudios de Arquitectura en la Escuela Nacional de Bellas Artes de París con croquis de diseños que enviaba a las revistas de moda, dibujos de accesorios y creaciones que ya avanzaban el estilo Rabanne, geométrico, minimalista y depurado.

Un modelo diseñado por Paco Rabanne.
Un modelo diseñado por Paco Rabanne.
H. A.

Tras las muertes del propio Balenciaga y del turolense Manuel Pertegaz a él le correspondió el título de "diseñador español de moda vivo más universal", cuya figura fue reconocida en 2010 con el Premio Nacional de la Moda..

La casualidad ha querido que su muerte a los 88 años haya coincido prácticamente en el tiempo con la del lanzamiento de su primera colección, el 1 de febrero de 1966. Su título, 'Colección manifiesto;12 vestidos imposibles de llevar fabricados en materiales contemporáneos", adornados con discos y placas de Rhodoid, ya avanzaba lo que serían las bases del estilo que lo hizo famoso y reconocible: el uso del metal y la devoción por el futurismo y el espacio exterior. 

Entre sus trajes más recordados está el que creó para Jane Fonda en la película 'Barbarella' o los que lució Françoise Hardy, de oro y diamantes. Ese minivestido, de corte recto y manga larga, pesaba nueve kilos y tenía mil placas de oro. Fue la prenda más cara del mundo creada hasta la fecha. El español también vistió a Elizabeth Taylor, Jane Birkin o Brigitte Bardot.

Al contrario que otros compañeros suyos de la primorosa alta costura, Rabanne tuvo un gran ojo para el negocio y supo ver la oportunidad de ligar su nombre a franquicias de complementos, accesorios y líneas de perfume que siguen siendo referencia en el sector, tanto para hombres como para mujeres.

Precisamente, la compañía Puig, a la que Rabanne estuvo ligado en este terreno ha lanzado un comunicado con motivo de la muerte del modisto. En él recuerda sus inicios juntos.

"La colaboración entre el diseñador y la compañía de moda y belleza comenzó a finales de los años 60 cuando Antonio y Mariano Puig, miembros de la segunda generación de la empresa familiar Puig, visitaron a Rabanne en sus oficinas cerca del Folies Bergère, en París. Sellaron una leal alianza con un diseñador capaz de trasladar la pasión y la rebeldía juvenil a fragancias de éxito", recuerdan.

Excéntrico dentro y fuera de las pasarelas

Rabanne se retiró de las pasarelas en 1999 y su firma quedó en un limbo durante más de una década, con fichajes que fracasaron en su intento por revitalizarla.

Pero en 2013, la llegada del francés Julien Dossena dio un vuelco a la marca y consiguió volver a posicionarla revisitando los éxitos de 1960.

Excéntrico en la moda y en la vida real, Rabanne publicó varios libros sobre sus experiencias paranormales y defendía haber tenido varias vidas: haber conocido a Jesús, a Luis XIV, haber visto extraterrestres y haber asesinado a Tutankamón.

El diseñador, fallecido este 3 de febrero en su residencia de Portstall (en la Bretaña francesa), aseguraba tener en realidad 75.000 años.

Redujo sus predicciones en público a partir del año 2000, tras haber augurado (y fallado) que una estación espacial se estrellaría contra París en agosto de 1999, pero siguió compartiendo sus visiones y estrafalarias ideas en revistas especializadas.

Con Rabanne, reconocido con los mayores méritos en Francia y endiosado por todos sus sucesores en el mundo de la moda, se ha ido uno de los últimos testigos de una época. Aquella en la que aún parecía posible inventar algo nuevo y revolucionario.

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