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  • Ricardo Lladosa

La escritora ventrílocua: Elvira Navarro publica 'Las voces de Adriana'

La escritora Elvira Navarro, en una de sus visitas a Zaragoza.
La escritora Elvira Navarro, en una de sus visitas a Zaragoza.
Guillermo Mestre.

Dos virtudes atesora la nueva novela de Elvira Navarro que rara vez suelen coincidir: la de ser una obra cercana al lector y, al mismo tiempo, un ejercicio de estilo. Quizá lo primero se deba a que ese estilo no es rebuscado sino que nace del habla común, de las voces... Antes de referirme a ellas debo aclarar que Adriana -protagonista del relato- es una becaria y doctoranda en Filosofía que pugna por concluir una tesis doctoral que la aburre, tal vez porque ha perdido la fe en teorías que ahora le parecen endebles cuando su praxis vital se desmorona. Tras la muerte de la madre, aquejada de cáncer, y después de una ruptura sentimental, su padre acaba de sufrir un ictus que la obliga a viajar a Valencia cada fin de semana para cuidarlo.

El padre es vital, ama las redes sociales de contactos; en particular Meetic, donde a los setenta años aspira a encontrar la mujer de su vida, como si deseara burlar a la muerte ejerciendo las pasiones. Llevada por la inercia de la enfermedad, Adriana también se adentra en las redes y un día lee un tuit que parece un augurio: “La muerte te acecha toda la vida. No escaparás a ella. ¿Y si te conviertes en su becaria?”.

Tres generaciones de mujeres se explican, narran hechos trágicos, se acusan y se disculpan. Adriana es su ventrílocua y novelista. En suma, una novela excelente que se saborea página a página

Adriana es, por tanto, becaria laboral y becaria de la vida. Su situación es la de tantos de nosotros: trabajo precario, padres ancianos o fallecidos, abuelos y tíos que habitaron la España vacía desde la Guerra Civil hasta hace pocos años, cuando sus casas quedaron deshabitadas y en ruinas, llenándose de silencio y orfandad. La casa de los abuelos de Adriana se ubica en Extremadura, lugar mágico donde el amarillo de las dehesas es “delirante, sobrenatural”; “como si fuera posible instalarse en la ausencia de lluvia y todo se hubiese convertido en una carcasa a la que bastaba un soplido para reducir a polvo, a la nada.” Allí, siendo todavía niña, es donde Adriana comenzó a escuchar las voces…

El mayor hallazgo de la novela quizá sea su faceta metaliteraria. En Valencia, aburrida de la tesis, Adriana escucha las historias grotescas de Meetic que le cuenta su padre y escribe cuentos a partir de ellas. También se aficiona a otras redes sociales, donde comienza a dialogar con los hilos de las conversaciones como si no fueran diálogos ajenos sino que manaran de su pensamiento. Ella los imita cual ventrílocua y, al mismo tiempo, los transforma para convertirse en narradora de sus relatos.

 “¿Por qué en todo ese tiempo había sido incapaz de escribir sobre su universo materno y en cambio se había dedicado a fabular con las historias de los demás?, se preguntará más tarde. Para encontrar la respuesta debe volver a la casa vacía de Extremadura. “De lo que ya no existía quedaba el eco, su densidad. Materia oscura” –afirma el narrador, y concluye: “Eran muchas voces hablando muy alto y sobrepuestas las unas a las otras, un sonido convertido en masa que la aplastaba conforme invadía su cuerpo.”

Poco después de esta cita arranca una tercera parte muy faulkneriana, titulada precisamente 'Las voces', donde Elvira Navarro deslumbra con su manejo del punto de vista, con su desgarrada creatividad verbal; pero, insisto, lo hace de un modo muy cercano al lector, descubriendo página a página el drama de una familia que podría ser la nuestra. Tres generaciones de mujeres se explican, narran hechos trágicos, se acusan y se disculpan. Adriana es su ventrílocua y novelista. En suma, una novela excelente que se saborea página a página.

FICHA

Las voces de Adriana. Elvira Navarro. Literatura Random House. Madrid, 2023. 143 páginas.

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