entrevista

Elisa Arguilé, ilustradora: "Los viajes en el tiempo siempre salen mal"

Zaragoza, 1972. Se dedica a la ilustración de libros. Ha dibujado para editoriales como Anaya, Kalandraka, Nórdica, Cuatro Azules, Xordica y Contraseña. Forma parte del proyecto editorial sinPretensiones. Premio Nacional de Ilustración (2007) y Premio Artes y Letras (2017).

Elisa Arguilé, con 16 años, en un tren hacia Galicia
Elisa Arguilé, con 16 años, en un tren hacia Galicia
E. A.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?Nos topamos por primera vez con los problemas sin manual de instrucciones, sin experiencia y en un mundo que da por hecho que los niños siempre son felices.

¿Qué era en el patio del colegio?Era una observadora. Documentalista poco profesional porque intervenía en la naturaleza.

¿Se sentía rara, especial?No, los demás sí que me parecían un poco raros.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?Más que un castigo fue la reprimenda de una profesora que nos vigilaba en el comedor del colegio público de Zuera. En ese momento todavía quedaban unos cuantos profesores del antiguo régimen. Me riñó por silbar una canción mientras recogíamos las mesas. "Silbar es muy poco femenino", me dijo. Cada vez que silbo me acuerdo de lo poco femenina que soy.


¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?
No estudiar.

¿Cuál fue la calle de su infancia?La calle del viento de Ontinar de Salz, el pueblo en el que vivíamos.

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de Ontinar?Me gustaba que allí estaba todo lo que conocía. No me gustaba que afuera estaba todo lo que desconocía.

¿Cuál es el episodio de su infancia o adolescencia que con más frecuencia vuelve a su memoria?El día en el que conseguí dar una voltereta en el aire. Vuelve a mi memoria porque de vez en cuando mi hermana me lo recuerda. Su cama y la mía estaban juntas. Pensé que dos colchones serían suficiente. No calculé bien el impulso. Salí volando, di la voltereta, sobrepasé los dos colchones y me estampé contra el armario.

¿Echa de menos haber hecho algo en su infancia?Sí, haber caído de pie después de la voltereta, en el colchón, clavada, como Nadia Comaneci.

¿Tenía mucha conciencia política?De pequeña me daban miedo o me ponían enferma: la guerra, los golpistas, la bomba nuclear, Reagan, las centrales nucleares y Fraga Iribarne. No sé si esto cuenta como conciencia política. También me daban miedo las explosiones de bombonas de butano y las vacas pero esto entraría dentro de otra pregunta.

¿Qué imagen tenía de Felipe González?En casa de militantes socialistas, tenía la imagen de los carteles electorales del 77 y 79 que dibujó José Ramón Sánchez. El desván de la fantasía.

¿Era religiosa?No. No lo sé. Puede que en algún momento…, puede que a mi manera…

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado, la sensación de mala conciencia?No recuerdo sufrir por el pecado. Solo me confesé una vez, cuando tuve que comulgar y mis pecados me parecieron ridículos. Podía haberme inventado otros más gordos, pero hubiera tenido que confesarme otra vez por mentir y no tenía ganas de repetir la experiencia. Lo de la mala conciencia ya era otra cosa que no tenía que ver con la religión, sino con el sentido de la responsabilidad.

¿Vivió algún episodio que retrate el clima moral de la época?La revuelta del comedor en el colegio Odón de Buen de Zuera (en el comedor pasaban muchas cosas) cuando las chicas tuvimos que plantarnos y hacer huelga porque solo nosotras poníamos y recogíamos las mesas.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?Nunca me importó. Viviendo en una comunidad pequeña aprendí pronto que si tienes en cuenta el ‘qué dirán’ no puedes hacer lo que quieres.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte? ¿Pensaba a menudo en ella? ¿Le angustiaba o le provocaba algún tormento?Primero fue una crieta (polluelo) estrellado contra el suelo o mi gato que no vuelve a casa o mi perro que aparece ahogado en una alberca o los chillidos de los cerdos en las matacías. La muerte como algo concreto. Un dolor concreto. Después, a partir de la adolescencia, ya no hacían falta hechos concretos, la muerte se diluyó en la extrañeza de la vida. Qué le voy a hacer, siempre fui existencialista.

¿Cómo ganó su primer dinero? A los 14 años, cuando fui al instituto a Zaragoza, vendía muñecos por los bares ‘jevis’.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?R2D2. Tenía muchas luces.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?‘Los cochinitos ya están en la cama’ o el corrido de ‘Juan Sin Tierra’, no me acuerdo.

¿Qué personalidad nacional o internacional fue para usted una referencia poderosa?No me había dado cuenta hasta ahora, pero cuando tengo sudores porque no me sale algún dibujo, pienso en aquello que decía la profesora Lydia de ‘Fama’: "Tenéis sueños, la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar, con sudor".

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué es lo que caló en usted con más fuerza?La responsabilidad, el respeto por los otros, la conciencia de lo público.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?No fue algo premeditado. Fui probando cosas y me quedé donde estaba a gusto.

¿Por qué estudió Bellas Artes?En el momento de decidir yo no tenía nada claro, pero mi profesor de dibujo del instituto, sí. Él me convenció para estudiar Bellas Artes y mis padres apoyaron mi decisión. 

¿Hay algún defecto o debilidad que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?El exhibicionismo y el arrepentimiento inmediato por el exhibicionismo. Te he dicho que sí a esta entrevista y ya me estoy arrepintiendo.

¿Cuál fue su gran alegría?
Ver a mi tutora de COU gritar como poseída ¡milagro! ¡milagro! ¡milagro! al comunicarme que había aprobado todas las asignaturas a final de curso. Se ve que no tenía ninguna confianza.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?No volvería a ninguno, por si acaso. Los viajes en el tiempo siempre salen mal.

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